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¡Parece la habitación de un palacio encantado!... Aquí estarían mejor que nosotros un moro con turbante blanco y una odalisca cubierta de brocado y pedrería... ¡Qué juegos de luz tan caprichosos!... Espera un poco, Martita, ponte aquí frente a este rayo de luz roja... ¡Si vieras qué semblante tan particular tienes ahora!... Pareces una gitana..., una hija del desierto.

La obscuridad se había hecho más densa; pero yo veía en el cura, cuyo semblante aun no conocía, algo luminoso; tan cierto es que la simpatía y la admiración se complacen en revestir a la persona simpática y admirada con los atractivos de la Divinidad.

Viendo la congoja pintada en su semblante, se apresuró noblemente a hacerle señas para que avanzase, ofreciéndole sitio en el banco que ocupaba.

Pero acordábase Montiño del semblante de bandido del sargento mayor, de su mirada sesgada, de sus largos mostachos y de su inconmensurable tizona, se desplomaba y renunciaba á su resolución. Y era el caso que tampoco se atrevía á levantarse y á salir, por temor de ser visto por don Juan de Guzmán.

María Teresa pensó que Juan se alegraría de la prueba de amistad que le daba saliendo a su encuentro. Vería, pues, su semblante leal iluminarse con la sonrisa dulce y feliz que tenía siempre cuando la veía. Después de haber cortado algunas flores en el jardín que rodeaba la casa, se sentó ante la balaustrada de la terraza, puso el ramo a su lado y esperó.

Su pensamiento estaba fijo en el bufón del rey, que según él, debía llegar de un momento á otro. Montiño había llegado á ponerse en la situación de uno de esos grandes estorbos que contrarían al más paciente. Sin embargo, el impenetrable semblante del padre Aliaga no se alteró. Montiño se le había venido encima con una petición á que no podía negarse como sacerdote.

La alusión a Juanito hízole recordar sin duda cuando rodó ignominiosamente por la escalera de la casa de Santa Cruz. Jacinta, en tanto, quería llegar a un arreglo ofreciendo la mitad; mas Guillermina, que le adivinó en el semblante sus deseos de conciliación, le impuso silencio, y levantándose, dijo: «Señor Izquierdo; guárdese usted su churumbé, que lo que es este timo no le ha salido».

Bien, no hablemos más de ello... Pero sepamos... sepamos á qué he venido yo aquí y á qué habéis venido vos. ¡Oh, Dios mío! exclamó el padre Aliaga, levantando las manos y el rostro al cielo, dejando caer instantáneamente el rostro sobre sus manos. Pero esto duró un solo momento. El religioso volvió á levantar su semblante pálido, melancólico y sereno.

»¡Desgraciado padre, que todo lo ha visto y averiguado y ha tenido fuerza para resistirlo todo! »A medida que él hablaba, pintábase la admiración en el semblante de sus oyentes, y a cada pausa que hacía le felicitaban todos con sincero entusiasmo.

Preguntó por el capitan, y llevado á donde estaba con semblante soberbio y descortés le dijo: Yo soy Antonio Spinola general de mi república, vengo á ordenaros, que sin replica y dilacion degeis libres estas provincias, y os retireis á vuestra patria, porque de otra manera os hecharemos con las armas, y estareis sujetos á su rigor.