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Bajo la impresión de estas ideas fue que recibió al marqués cuando fue a casa de ella al otro día en la hora que la vizcondesa le había fijado. Pierrepont se presentó muy serio, y su hermoso rostro, aunque un poco alterado, no conservaba traza alguna de aquella perversa risa que se apoderara hacía tiempo de su semblante a guisa de mueca nerviosa.

Traía una carta en la mano, y en el semblante la expresión de una satisfacción vivísima. Su majestad dijo os agradece, no como reina, sino como dama, lo que habéis hecho en su servicio; su majestad quiere premiaros. ¡Ah, señora! ¿no es bastante premio para la satisfacción de haber servido á su majestad? No, no basta. Sois pobre, no necesitáis decirlo... , pero...

Juan Ruiz vino a con el semblante risueño y me dio un cordial apretón de manos. Comprendí que se sentía muy honrado con la amistad de un hombre tan eminente y lleno de gratitud por mi galante invitación. Respiré con un placer como no volví a respirar en mi vida, y le invité a beber con mis amigos Villa, Olóriz y Eduardito un chato en casa de Juanito, allí cerca.

El rostro del magnate se contrajo fuertemente. ¡Silencio! Ni una palabra más de ese asunto. Quedó serio, taciturno, con los ojos clavados en el fuego. Miss Florencia no se atrevió á interrumpirle. Al cabo su semblante contraído se fué dilatando por una sonrisa amarga, y profirió: No jamás de antemano lo que he de hacer. Obedezco á la inspiración del momento. Buscando salvación.

El éxito no había recompensado aún aquel rígido y laborioso valor, más que con ruines favores; pero a lo menos podía confesar sus desfallecimientos y las dificultades que se le oponían en aquellas luchas tan activas no eran de esas que hacen subir el rubor al semblante. Supe un día que no estaba solo.

Iba delante de todos el santo Misionero disponiéndose á morir con los actos más encendidos de caridad; y para que el ímpetu de las flechas no le quitase de las manos el Santo Cristo, se le ató á ellas, y quedándose atrás los compañeros sólo le seguía el intérprete, el cual, á pocos pasos, con semblante compasivo, clavó los ojos en el Padre avisándole del riesgo en que se metía y del cual quizás no le podría librar.

Ocupaba uno de los sillones del estrado un personaje de elevada estatura y formas bien proporcionadas, pálido el rostro y cuya mirada algo dura daba al semblante expresión un tanto amenazadora. Era éste Don Pedro de Castilla.

Y se iba aplaciendo el semblante angustiado del caballero al recordar aquella su expedición a las Américas, dueño y señor de una criolla que le adoraba.

Es cuestión de organismo. El mío pide la variedad. A otros les basta la unidad... Entre el hondo pesar que le embargaba y aquellas palabras desvergonzadas que le herían como latigazos, el pobre Mario no podía disimular ya más. Su rostro se iba poniendo sombrío por momentos. Tanto que Romadonga, aunque no solía fijarse en el semblante de sus amigos, concluyó por preguntarle: ¿Qué tiene usted?

Los mismos incidentes cotidianos, repetidos mecánicamente, van tomando diferente semblante y adquiriendo valor más preciso. Según la estructura de la piedra, el curso y agresión de las aguas a unas las monda, redondea y suaviza, y a otras les saca ángulos, aristas y púas, hasta que un día, de pronto, cortan como cuchillos y penetran como puñales.