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Quiso saber también quién iba en el coche, y adónde, y el dinero que llevaban; y uno de los de a caballo dijo: -Mi señora doña Guiomar de Quiñones, mujer del regente de la Vicaría de Nápoles, con una hija pequeña, una doncella y una dueña, son las que van en el coche; acompañámosla seis criados, y los dineros son seiscientos escudos.

Doña Encarnación le interrumpió entonces diciendo: Juanita, nosotros tenemos tan buena opinión de ti, que estamos seguros de la sinceridad y de la firmeza con que prometes pagar; pero si dentro de seis meses no allegas los dineros, o porque tu madre, queriéndote mucho, no quiere darlos, o porque no os pagan vuestros deudores y no lográis vender la casa, tu sinceridad y tu firmeza nada valdrán pecuniariamente, aunque moralmente valgan mucho.

La mayor cantidad de aquellas piedras sale de las canteras en enormes trozos ó moles que, cuadradas en bruto, van á París por medio de canales, ó en carros gigantescos tirados por tres, cuatro ó seis de esos caballos normandos que parecen tener la constitución de la roca, á juzgar por su tamaño, su musculación y su fuerza.

Pasaba, sencillamente, que aquellos tres individuos eran de la partida del Cura y habían presentado a Bautista Urbide este sencillo dilema: «O formar parte de la partida o quedar prisionero y recibir además, de propina, una tanda de palosMartín iba a lanzarse a defender a su cuñado cuando vió que a un extremo de la calle aparecían cinco o seis mozos armados. En el otro esperaban diez o doce.

Pues bien; hágalo usted por , usted al criado la mitad de lo que ha pedido.... ¿Qué menos ha de dar usted que medio franco por arreglar la habitacion? En fin, entró la parte mágica, y la funcion me costó seis napoleones cumplidos. ¿Con qué objeto exponerse á escalar puertas ó balcones, cuando hay el arte necesario para hacerlo mágicamente?

Y exponía su plan con entusiasmo. Una partía, y agarramos a un richachón de allá y lo secuestramos; le peímos a la familia unos cuantos millones, con la amenasa de que le vamos a cortá las orejas; nos dan los millones, nos los repartimos como güenos hermanos, y antes de seis meses estamos de güerta y ricos. Una partía que tendría mucho que ver. Usté, don Isidro, sería er capitán.

Era tan rico San Juan en hombres de luces el año 1825, que la sala de representantes contaba con seis oradores de nota.

Algo, y aun mucho de esto, es verdad; pero no es toda la verdad. Para resolver un problema es necesario examinarlo en todos sus aspectos. Primeramente, la nuestra, es una nación de diez y seis millones de habitantes: por lo mismo, es absurdo pretender que el literato que vive del público, sea aquí remunerado como en Francia o Inglaterra, donde la población es más del doble.

Las fisonomías empiezan a oscurecerse. ¡Seis fallos! ¡Malo, malo! ¡Cinco pies y medio! El buque empieza a sobarse, esto es, a deslizarse lentamente sobre la arena y de pronto se detiene. ¡Para atrás! Desandamos lo andado, hacemos una, dos, tres nuevas tentativas: ¡inútil! El río se ha regado de una manera extraordinaria y el canal debe haber variado de dirección con el movimiento de las arenas.

Por ciertas aberturas que de trecho en trecho tenían, caminando algunos pasos en la oscuridad, veíase al fin una cueva iluminada, donde cuatro o seis hombres desgreñados y pálidos agujereaban el mineral con barrenos. A poco que se reposasen, observábase en sus miembros el temblor característico del mercurio.