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Sin contar alcaldes, secretarios de Ayuntamiento, cuyo parentesco con D. Manuel era evidente, aunque remotísimo, coleaban mil y mil Pececillos, sólo relacionados con el ilustre jefe por los servicios mutuos y el apellido, que tomaban su parte de sopa boba, ya de peones camineros, ya de peatones, quier de maestro de escuela, quier de sacristán.

Así por el reconocimiento de los ánimos de los súbditos les es cosa fácil buscar alborotos, y ponerlos en discordia y menosprecio de la persona del príncipe: de donde es necesario concluir, que no conviene á los intereses del estado que ningun principe se confiese, ni menos consienta lo haga alguno de sus confidentes, familiares, secretarios, consejeros y ministros principales, con personas que con tanto cuidado procuran espiar las materias de estado, y que se sirven de estas como de medio necesario para granjear la gracia de los príncipes; pues no faltan hoy religiosos, y hombres de vida y doctrina no inferior á la de estos padres, de quien se pueden valer, porque no entienden ni cuidan de otra cosa que del gobierno de las almas y de sus monasterios.

Desde que se casan, así él como ella, salen de la potestad que tenían y entran en otra. A los secretarios de hombres toca desde entonces el tener en su matrícula al varón, y los de mujeres a ella. Lo primero a que se le obliga es a formar chacra propia, y si tiene oficio regularmente lo aplican a él, si no sigue las faenas de comunidad en los días que se destinan para ellas.

Cuya exhortacion repitió en el balcon principal de las casas capitulares, dirigiendose á la muchedumbre que ocupaba la plaza. Con lo que se concluyó la acta de instalacion, retirándose dicho Sr. Presidente y demas Señores Vocales y Secretarios á la Real Fortaleza por entre un inmenso concurso, con repiques de campanas y salva de artilleria en aquella: adonde no pasó por entonces el Exmo.

Desde entonces, no se ve otra cosa todos los días, sino magnates y hombres principales que hacen sus secretarios y dan todo su valimiento a los que le tienen con su mujer. De esta suerte me explico que mi padre se descuide, y no recele que, hasta a pesar mío, pudiera tener un rival en .

La ambición ardía en los pechos de los exploradores de la raza semítica; apetecíanse y buscábanse con noble emulación los cargos de secretarios de las secciones. ¡Era tan brillante el levantarse en el comienzo de las sesiones a leer el acta de la anterior! Las intrigas tenebrosas menudeaban; las traiciones eran cosa corriente.

Tenía mucho que hacer, despachar mil asuntos, oír a una turba de secretarios, generales, arzobispos, archipámpanos, y después..., ¡ah!, después tenía que echar miles de firmas, millones, billones, cuatrillones de firmas.

Luego que los muchachos entran en la edad de 4 para 5 años, ya los toma a su cargo la comunidad, la que tiene nombrados dos o más indios con nombre de alcaldes y secretarios de los muchachos; éstos tienen la matrícula de todos ellos, y cuidan de recogerlos todos los días por la mañana temprano, tal vez al alba, los llevan a la puerta de la iglesia a rezar, allí los tienen hasta que se dice la misa, y después los distribuyen a los trabajos u ocupaciones que les están señaladas, y dejando en el pueblo los aprendices de música y de primeras letras, los de los tejedores y demás oficios, conducen los restantes a carpir, o al trabajo que les tienen señalado; a las 2 o a las 3 de la tarde los vuelven a traer y los tienen juntos, hasta que, habiendo rezado el rosario en la iglesia, les permiten que se vuelvan a sus casas.

Hasta los niños lo sabían y repetíanlo todos los ecos. Su palacio era un jubileo de postulantes, un steeple-chase detrás de la cartita de recomendación, de doctorcitos sin conchavo e inútiles de todo pelaje, desde los que no tienen colocación en la estancia, hasta los que estorban en su casa; daba audiencias como un ministro y dos secretarios le asistían en el despacho de su correspondencia.

Pedro Sancho y Francisco de Jerez, secretarios de Pizarro, antes que Antonio Picado desempeñara tal empleo, han dejado algunas noticias sobre su jefe; y de ellas, lejos de resultar la sospecha de tan suprema ignorancia, aparece que el gobernador leyó cartas.