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Porque cuando mis ojos se arrasan, me sobreviene al poco tiempo uno de esos horribles ataques, en que no pudiendo resistir lo íntimo del dolor de mi corazón, grito y me revuelco, y me destrozo: y entonces vienen las ligaduras y el lecho de tormento y el horrible casco de nieve. ¡Me creen loco! Es necesario pues olvidar, procurar olvidar; secar las lágrimas y esconder estas memorias.

Además, ¿qué cosa en el mundo dejaría él de intentar por secar aquellos ojos puros, por sosegar aquel anheloso pecho, por ver de nuevo a la señorita segura, honrada, respetada, cercada de miramientos en la casa paterna?

Flores de meliloto 1 Flores de la planta corazoncillo 1 Se deja dos horas en maceración al baño maría en vaso tapado. Oprímase todo, fíltrese y humedézcase los párpados, dejándolos secar sin frotarlos.

Eran los aristócratas de esta parte del buque, que, aislados en su altura, miraban con desdeñosa conmiseración al rebaño de abajo y con envidia revolucionaria a los del castillo central. Filas de ropas puestas a secar se balanceaban en la explanada sobre los grupos de cabezas.

Las muchachas de la vendimia se extendían por la escalinata de sus viñas, cortando los racimos de grano pequeño y apretado. Luego los tendían á secar en unos cobertizos llamados riurraus. Así se producía la pasa menuda, preferida por los ingleses para la confección de sus puddings. La venta era segura: del mar del Norte venían los buques á buscarla.

Entretanto, Agapo no se mueve de este sitio, hasta que la señora de mantón, que a él se le ha antojado ser doña Casilda Vargas, salga de enfrente y pueda confirmarlo o no... Pues, hijo, salió y era, sin sombra de duda... Te diré a qué hora ocurrió el extraordinario suceso: a las cinco, , de cuatro y media a cinco... ¡ah! un detalle: la señora salió muy agitada, y se estuvo un segundo en la orilla de la acera pensativa, y cuando se decidió a marcharse, hizo ademán de secar los ojos o de pasar la mano por la frente, con disgusto o despecho, digo yo... ¿a que se han tirado de los pelos? claro, era de presumir.

Había en la explanada del Rompeolas dos grandes redes puestas a secar, y para no estropearlas pisando encima, me fui hacia el borde del malecón. Iba marchando de prisa, silbando, cuando de repente dos hombres se lanzaron sobre , me agarraron, y antes de que pudiera gritar me taparon la boca y me ataron los brazos. Creí que me querían tirar al agua, y mis pensamientos se reconcentraron en Mary.

No: era una prenda híbrida, un arreglo del ruso al español, un cubrepersona de corte no muy conforme con el usual patrón. Ello es que su pañuelo rojo, sus lágrimas acabadas de secar, su gabán raído y de muy difícil calificación en indumentaria, su agraciado rostro, su ademán de resignación, sus botas mayores que los pies y ya entradas en días, inspiraban lástima.

Cuidado que eres sensible de veras. A ver, a ver esa cara. Alzó el candelabro para alumbrar el rostro de Nucha. Estaba ésta encendida, demudada, y por sus mejillas corría despacio una lágrima; pero al darle la luz en los ojos, no pudo menos de sonreír ligeramente y secar el llanto con su pañuelo.

Son muy largas y anchas, y algunas de ellas rodeadas de bosques á buena distancia: sus orillas son blancas con sal, que no pide mas preparacion que ponerla á secar al sol. Mas adelante al poniente hay un rio con muy altas y perpendiculares orillas, llamado por los españoles el rio de las Barrancas. Los indios le llaman Hueyque-leubu, ó rio de mimbres, que nacen en sus orillas.