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Y la labor penosa en la calma aparente que al huracán precede y volverá a bramar, con la tarea siguiendo más firme, más prudente, provocará otra lucha aun más tenaz y ardiente hasta que consigamos tus lágrimas secar.

Dicen que fué holgazán, errátil e ilusorio, que dejaba secar la tinta en su escritorio. Lo quiso saber todo y al fin nada ha sabido. Y una noche de invierno, cansado de la vida, dejó escapar el alma de la carne podrida y se fué preguntando: ¿Para qué habré venido? Dijeron que se había ahorcado en una hora de locura. Pero este epitafio rimado demuestra lo contrario.

Jacinta miró hacia arriba y vio dos filas de corredores con antepechos de fábrica y pilastrones de madera pintada de ocre, mucha ropa tendida, mucho refajo amarillo, mucha zalea puesta a secar, y oyó un zumbido como de enjambre. En el patio, que era casi todo de tierra, empedrado sólo a trechos, había chiquillos de ambos sexos y de diferentes edades.

Después se saca y pone a remojar cuatro horas; se lava bien y se cuece con agua abundante, vino blanco, hinojo, laurel, perejil, tomillo, cebolla y zanahoria; se cuece cuatro horas, se pela y se pone en un intestino bien limpio: se ata, se unta con sangre líquida o un poco carmín, y se pone a secar. Se escalda, se deja enfriar, y para darle brillo se le pasa una pluma manchada de aceite.

De las cumbres de las más elevadas se desprendían jirones de la niebla que las envolvía, y remedaban húmedos vellones puestos a secar en las puntas de las rocas y sobre la espesura de aquellas seculares y casi inaccesibles arboledas, con el aire serrano que soplaba sin cesar, y tan fresco, que me obligaba a levantar hasta las orejas el cuello de mi recio impermeable.

Guando hubo cesado de hablar, vio a la joven secar furtivamente una lágrima que corría por sus mejillas. Turbado él mismo, por un movimiento irreflexivo de simpática atracción, le tendió la mano. Juana retiró suavemente la suya tomando un aire circunspecto. Perdón dijo el joven , creía que éramos amigos. Todavía no articuló ella. ¿No tenéis confianza? ¿Parezco yo un hombre que os hace la corte?

Así es que arrancada ya, casi con las uñas, la primer baldosa, se procedió a desencajar la segunda. Apoyadas en el muro de una casita de pescadores, donde había redes colgadas a secar, Guardiana y la Comadreja miraban el motín sin tomar parte en él.

El hombre que cae en aguas tenebrosas, trata momentáneamente de hacer pie hasta sobre las piedras resbaladizas, y Silas, procediendo como si creyera en falsas esperanzas, aplazaba el momento de la desaparición. Buscó por todos los rincones, deshizo su cama, la sacudió y la palpó toda, después miró en el horno de ladrillo donde ponía a secar la leña.

Las estrellas alargaban sus fríos rayos atravesando la inmensa región de invisible hielo, y la luna, pues también había luna, difundía claridad verdosa por calles y plazas. El suelo parecía el lecho de un río que se acaba de secar, dejando al descubierto su limo lleno de fosforescencias.

¿Quién? preguntó Santa Cruz algo atontado. Tu adorado tormento, tu... Cómo se llamaba o cómo se llama... porque supongo que vivirá. No lo ... ni me importa. Vaya con lo que sales ahora. Es que hace un rato me dio por pensar en ella. Se me ocurrió de repente. ¿Sabes cómo? Vi unos refajos encarnados puestos a secar en un arbusto.