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En cuanto a la señora Adelaida, había levantado a Adela, e incapaz de expresar de otro modo su alegría, sollozaba estrechándola contra su corazón, mientras que Adela, confusa, ocultaba entre sus brazos su rubor modesto y su conmovedora emoción.

Verdad es que la señora de Pinto no nombraba sino a las personas que más notables le parecían, y sólo a las archinotables presentaba al Vizconde.

En tal momento entró la señora Lefèvre diciendo: Vamos, es preciso poner la mesa; todo el mundo está esperando. Vamos, Katel, vaya usted a poner el mantel. La voluminosa joven salió corriendo. Y todos juntos, atravesando el patio en fila, se dirigieron hacia la sala.

Se lo prometo, y creo no tener en ello gran mérito, porque lo que me ofrece me parecerá bien grato en comparación a lo que he sufrido. ¡Sea en hora buena!... ahora le despido... Voy inmediatamente a su casa. Le he dado cita para hoy a mediodía. Pero, señora, puesto que usted me prohibe que me sincere ante ella, que me justifique a sus ojos, a lo menos que sepa...

-Dios nos la buena -respondió Sancho-; y ¿adónde está, señor mío, su merced de esa señora aventura?

La sorpresa de la señora Joba ante semejante inconsecuencia de caracter hizo que por de pronto no se apercibiese de los efectos inmediatos y sólo, cuando se repuso del susto y su marido se hubo escapado, se apercibió del dolor guardando cama por algunos días con gran alegría de la Paulita que era muy amiga de reir y burlarse de su tía.

El padre, irritado, atrajo y encendió á otros, de forma que no se oian en la ciudad mas que porfiadas disputas y temosos altercados sobre la pureza original de nuestra Señora, con general escándalo que en breve cundió por toda España.

En agosto hubo ocho toros en la plaza de San Francisco que fueron de don Bartolomé de la Puebla, jurado de Sevilla, en 25 ducados cada uno. Hubo fiestas de toros en la plaza de San Francisco y se levantó un tablado delante de las casas del Cabildo para que las presenciase la señora Marquesa de Montesclaros.

El domingo 26 de setiembre hizo el cabildo una fiesta solemne á nuestra Señora de Villaviciosa, á cuya intercesion atribuía la victoria que de los franceses acababa de conseguir España en Fuenterrabía. El obispo Pimentel llevó personalmente el Santísimo en la procesion del Corpus, dentro de un hermoso sol que mandó hacer en lugar de custodia.

Y la vanidosa señora, para afirmarse en su resolución, buscaba ejemplos y recordaba lo que tantas veces había oído en las murmuraciones infames de las tertulias: los innumerables casos de señoras tan decentes como ella, bien consideradas por la sociedad, y que habían hecho sacrificios iguales para salvar el prestigio de sus casas.