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Durante unos compases de espera, el primer violín, al mirar á la sala para reconocer á sus entusiastas, descubrió á Lubimoff, participando inmediatamente su sorpresa á los otros solistas. Todos le sonrieron, dedicándole con los ojos lo que surgía de sus instrumentos, y el público acabó por fijarse en este señor medio oculto que poco á poco iba atrayendo las miradas de la orquesta entera.

Con el título que arriba se expresa, el señor D. B. Rodríguez Serra ha empezado a publicar una colección de libros de filosofía, y de esto que con vocablo feo e híbrido llaman ahora sociología.

Todo esto es muy bello, sin duda dijo el señor de Maurescamp, enderezándose dentro de su corbata , pero es puramente novela... ¡Siempre ese miserable espíritu de romanticismo que les pierde a todas!

Hacia las tres de la tarde dirigió una larga mirada en torno suyo, y dijo mirando a Van-Horn: El bosquecillo está allí, detrás de aquel teck. ¡Ya están bien cerca, señor Cornelio, y oirán un disparo! gritó el piloto. ¡Ah! exclamó Cornelio . ¡Al fin voy a volver a ver a mi tío y a Hans! Levantó el fusil y lo descargó al aire; pero no le respondió ninguna detonación.

El señor Pereda, por lo mismo que siente mucho y bien, es enemigo jurado de la sensiblería; pero cuando llega a situaciones patéticas, encuentra para el dolor o la alegría la expresión natural y no rebuscada, y conmueve más que otros novelistas serios y estirados, por lo mismo que no se esperan tales ternuras en un autor de continuo alegre y jacarandoso.

Pues... allá veremos contestó éste, gastando media caja de fósforos en encender el puro al aire libre. Eso no hay que preguntarlo, don Simón observó Lépero , que de cuenta del señor corre dejar a usted satisfecho.

El señor y la señora de Santa Cruz, que aún viven y ojalá vivieran mil años, son el matrimonio más feliz y más admirable del presente siglo.

Rufete desfiguraba los hechos para velar su cobardía, que quizás, o sin quizás, más que cobardía, fue complicidad con los infames asesinos. El oficialete declaraba haber salvado de la muerte a muchos franciscanos; pero los que lograron salir vivos de la infame jornada aseguraban que en el momento del conflicto no se vio al señor oficial por ninguna parte.

15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su Señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis.

Desde aquí al cielo, señor don Claudio... Y no me replique, para taparme la boca, que poco he demostrado mi entusiasmo por las maravillas de Peleches volviéndoles la espalda durante tantos años; porque bien dicho lo tengo por qué ha sido y cuánto lo he deplorado... ¿Está usted? Pues ahora díganos qué va a tomar, porque está Catana deseando saberlo para servirle en el aire...