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Presentóse un buen negocio: el señor Sautriot, el confeccionador al por mayor, un hombre por el estilo de usted, un poco gastado, pero muy cortés. Ofrecióme una buena posición. JESSY. ¿El...? ¡Es la flor y nata de los hombres...! Me dió a escape todo lo que quería, y además me daba de propina lo que no quería. Me entrega dinero en forma de renta vitalicia. Procura hacerse perdonar su edad...

De esta manera satisfacía mi deseo de actividad y la vanagloria del señor Sautriot. Mi amigo se hubiera desconsolado si yo lo hubiese engañado con un aviador, o con cualquier otro objeto de primera necesidad. Pero sentíase ufano de que lo engañase con el público. TALMA. ¡Exactísimo...! Ha definido usted la seducción que las mujeres de teatro ejercen sobre sus amantes ricos.

JESSY. ¡Ni soñarlo...! Sentí que la vocación se adueñaba de , que iba a tener al fin algo que me interesara en la vida, que Dios me señalaba el camino que había de seguir... ¡Dios me había concedido unas piernas lindas...! Era para que se las enseñara a todos los amigos del señor Sautriot y para que el señor Sautriot se enorgulleciera de ello.

JESSY. ¡Sus convicciones...! ¡Se las compro...! Mire: tome cien sueldos y devuélvame cinco francos... ¿Cree todavía en la nobleza del arte, usted que nunca tuvo mas que sinsabores? ¿Cree usted en el talento y en el genio? Si yo tuviera la nariz ladeada o la pierna torcida, cambiaría la faz del mundo, al menos para el señor Sautriot, y yo no figuraría en la compañía de la señora Grattemimi.

JESSY. Sautriot mostróse encantado. Fué a recomendarme a la señora Grattemimi, directora de las Locuras Medianas. ¡Esto debió costarle mucho...! TALMA. ¿Supone usted que esa dama le pediría dinero...? JESSY. ¡Déjeme continuar...! Esto debió costarle mucho trabajo, porque a él no le gustaba relacionarse con la gente de teatro.

JESSY. ¡Como usted guste...! Entonces se produjo en mi vida un fenómeno inverso: creíame dichosa, puesto que lo tenía todo, y en realidad era muy desdichada. ¡Me aburría con un aburrimiento de más de cien francos por hora...! Siguióse a esto que el señor Sautriot se aburrió viendo que yo me aburría.