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Así como en los siglos de fe religiosa hacíanse peregrinaciones de todas partes para ir á visitar los Santos Lugares, la tumba de Santiago el Apóstol, ó las venerandas reliquias de Roma, actualmente se dirijen todos los curiosos de todas las naciones á Paris, la ciudad de las ciudades.

A las nueve de la noche pareció el enfermo experimentar gran fatiga, y asustado el dueño de la fonda, mandó llamar al cura párroco para que le administrase los santos óleos.

Una de las cosas en que he reparado es que, teniendo las iglesias de estos pueblos tantas alhajas de plata, aun para usos poco necesarios, y muchas de ellas duplicadas en un mismo uso, no hayan empleado parte de esta plata en coronas de las imágenes de la Madre de Dios, resplandores de crucifijos y laureolas de santos, siendo muy rara la imagen en cuyo adorno hayan empleado plata alguna.

Y esto no es afirmar que hayan sido santos todos los hombres calificados de genios, sino que fueron genios, no a causa de sus egoísmos, mezquindades y miserias, y , a pesar de todos estos vicios, porque si no los hubieran tenido, no sólo hubieran valido más como personas morales, sino como genios.

Todos hacían honor á una copa en momento oportuno y tenían gran fe en los santos. El cocinero no necesitaba más... ¡gentes excelentes y simpáticas! Ciertos mozos condecorados con la Cruz de Guerra le contaban sus hazañas. Eran supervivientes de los batallones de fusileros marinos que defendieron á Dixmude.

Esta mujer acabó ya para nosotros. Dentro de los límites señalados a estas historias, no cabe ya el resto de su vida llena de accidentes, y que no tomarán por modelo los cenobitas ni los que se propongan ser santos o algo que a santos se parezca. Sólo diremos, que vivió muchos años y que a los sesenta todavía era guapa.

He aquí dos o tres seres humanos que viven en un caserón oscuro, que van enlutados, que tienen las puertas y las ventanas cerradas, que mantienen vivas continuamente unas candelicas ante unos santos, que rezan a cada campanada que da el reloj, que se acuerdan a cada momento de sus difuntos. Ya en esta pendiente se desciende fácilmente hasta lo último. Lo último es la muerte.

Allí hay sepulcros finísimos góticos, llenos de exquisitas labores; allí místicas pinturas del Renacimiento, ó sea de cuando el Renacimiento no era todavía pagano; allí santos sobre los capiteles; allí preciosos trípticos; allí un claustro digno de la ciudad de Pisa.

Son santos todos estos genios, y no hay mas que decir, porque cada uno de ellos es un prodigio de abnegacion, de pureza y de amor.

Este es el siglo de las luces, no es el siglo de los santos. ¿No opina usted lo mismo, señor Benítez? señor dijo el médico sonriendo y chupando su cigarro. ¿De modo que usted opina que mi mujer está curada del todo?... ¿radicalmente?...