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Las bibliotecas públicas con que cuenta Paris son muchas y notables, mereciendo ser citadas la Imperial de la calle Richelieu, la del Instituto, Escuela de medicina, Santa Genoveva, Louvre y otras varias.

¡Estéril el período literario que atravesamos! ¿Vale la pena tan peregrina acusacion de que nos ocupemos de ella un momento más? Hace algunos años, ofrecía la Plaza de Santa Ana un aspecto muy distinto del que ahora presenta; y, sin duda porque el que estas líneas escribe la contemplaba entónces con los aduladores ojos de la adolescencia, infinitamente más bello.

Sus entrañas fueron sepultadas en el Presbiterio de la Santa Iglesia Catedral de Teruel, y su cuerpo fue trasladado a Zaragoza a la Iglesia del Pilar y colocado en la capilla de San Miguel, que había sido construida a sus espensas.

Si damos esta definición de una cosa tan sabida y cotidiana, es no sólo porque es factible que caiga esta relación en manos de algunos que no pertenezcan al gremio de nuestra santa religión católica, sino porque hemos visto muchos que no consideran esta santa práctica bajo todas sus grandes y magníficas fases.

D. Pedro Apaolaza, hijo de Moyuela, pueblo del partido de Belchite en la provincia de Zaragoza; nació en 13 de Julio de 1567, siguió su carrera literaria en la Universidad Cesaraugustana, donde fue graduado de Maestro en Artes y de Doctor en Sagrada Teología: siendo Beneficiado de la Iglesia de su pueblo, pasó a Rector de la Iglesia de Santa Cruz de Zaragoza, y después de la de Torres los Negros, lugar del Arzobispado.

La santa, concluida la oración mental, se había sentado en un taburete, y poniendo un gran libro sobre sus rodillas, leía con la cabeza inclinada á un lado, arqueadas las cejas, bajos los párpados, y cruzadas las manos en ademán muy humilde.

El Sr. de Quevedo sabe más que usted... Aquí no se hace más que lo que yo mando declaró la santa con aquel ademán y tono autoritarios a los cuales nadie se podía oponer . Si de aquí a mañana Quevedo no varía de opinión, vendrá la nodriza. Usted se calla y obedece... Yo pago y dispongo. Conque a cuidarse, y ya hablaremos.

Señora exclamó Isidora cayendo de rodillas a los pies de la aristócrata . La voz de la sangre me ha llamado hace tiempo; la voz de la sangre me pone ahora a los pies de la madre de mi madre». Le besó las manos con religioso respeto. Y el alma se le iba tras los besos, con la más santa y sincera afección que es dado imaginar.

Esto gritaba aquella mujer, y luego corria, y volvia á gritar, y corria nuevamente, y en todas partes se encontraba. No hay medio posible: ó es una santa, ó una loca. Paris se detiene, cobra fe, prepara la defensa, espera al salvaje conquistador. Atila no tomó la ciudad. Despues de Atila viene Meroveo, y pone á Paris estrecho sitio.

Su confesor el Padre Gracian y otros teólogos, con sana intención sin duda, tacharon frases y palabras de la Santa y pusieron glosas y otras palabras; pero el gran maestro en teología, en poesía y en habla castellana, Fray Luis de Leon, vino a tiempo para decir que se podrían excusar las glosas y las enmiendas, y para avisar a quien leyere El Castillo interior «que lea como escribió la Santa Madre, que lo entendía y decía mejor, y deje todo lo añadido; y lo borrado de la letra de la Santa delo por no borrado, si no fuere cuando estuviere enmendado o borrado de su misma mano, que es pocas veces.» Y en otro lugar dice el mismo Fray Luis, en loor de la escritora, y censurando a los que la corrigieron: «Que hacer mudanza en las cosas que escribió un pecho en quien Dios vivía, y que se presume le movía a escribirlas, fue atrevimiento grandísimo, y error muy feo querer enmendar las palabras, porque, si entendieran bien castellano, vieran que el de la Madre es la misma elegancia.