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Creo que debe desistir de galantear a Isabel... Me duele ver a un amigo en ridículo, y que una muchacha se burle de un hombre tan formal y discreto como usted... A riesgo de darle un mal rato, le diré que me consta positivamente que Isabel se casa con su primo, el duque de Malagón, y que los padres han aprovechado el viaje a Sanlúcar para arreglar definitivamente el asunto.

Las muchachas, los brazos en alto, golpeaban el mármol con sus menudos pies, arremolinándose las faldas y el pañolón en torno de su cuerpo gentil, movido por el ritmo de las «sevillanas». Destapábanse a docenas las botellas de ricos vinos andaluces; circulaban de mano en mano las cañas de ardiente Jerez, de bravío Montilla y de manzanilla de Sanlúcar, pálida y perfumada.

Claro que no le dije una palabra del asunto que a Sevilla me trajo. Venía sólo a dar una vuelta por Andalucía y a conocer unos parientes que tenía en Sanlúcar. Semejaba interesarse en todo lo que me atañía, de un modo tan vivo que me causaba sorpresa y alguna inquietud. En suma, era como el dulce de piña, que al principio gusta mucho, y cansa pronto. Deseaba ya dejarla, pero no era empresa fácil.

Cumplidos los cinco días de su estancia en Sevilla, determinó su partida el Embajador, á cuyo efecto embarcáronse antes sus criados que fueron en una falua hasta Sanlúcar, y consta que á Pedro Bernal, patrón de la falua de la casa de Contratación le dieron 858 rs. por el flete de dicho barco y jornales de los que fueron llevando al embajador á San Lúcar, en que entran 62 rs. que se le debían de lampreas y sabalos que tomó dicho personaje en las vandurrias y en esta falua iba dicho señor solo con los caballeros ingleses que le acompañaban y en la otra los criados y el regalo.

Esta última nave quedó en la mar, aguantando únicamente la Victoria que mandaba Sebastián Elcano, los mares del Cabo de Buena Esperanza el cual consiguió doblar, no sin falta de ímprobos trabajos, arribando al puerto de Sanlúcar el 6 de Setiembre; sobreviviendo á aquella colosal empresa en que la Victoria había dado la vuelta al mundo, solamente 18 hombres.

Al principio tomaban uno de quien tenía dos: después vino otra orden y no dejaban ninguno y prendían cuantos se encontraban porque se escondieron todos. Esto fué á principios de Mayo de este año de 1639, y á 18 de él llevaron con colleras á embarcar para Sanlúcar ó el Puerto, 102 esclavos, negros, mulatos y berberiscos, con gran lástima y más de los casados, cuyas mujeres hacían mil extremos.

Jerez les parecía estrecho para su dicha y corrían los cortijos y las poblaciones inmediatas, llegando hasta Cádiz, seguidos del cortejo de cantadores y matones que acompañaba siempre a Luis Dupont. Pocos días antes habían tenido en Sanlúcar de Barrameda una fiesta estruendosa, al final de la cual, la Marquesita y su amante, embriagando a un camarero, le raparon la cabeza con unas tijeras.

El tinto de Rota, el Jerez y el Pajarete centelleaban en preciosos frascos de cristal cuyas mil facetas reflejaban una luz cambiante y coloreada como los matices del prisma, mientras que los racimos de Sanlúcar, de granos violados y aterciopelados, las brevas de Medina, las granadas de Sevilla, que el sol había abierto, y las naranjas de Málaga, se elevaban en elegantes pirámides en las cestas tejidas con un ligero hilo encarnado, tal como se ven en Esmirna; el mantel, resplandeciente de blancura, estaba atravesado, según la moda oriental, por brillantes dibujos de oro y de seda.

Destapáronse las botellas y el rico dorado vino de Sanlúcar chispeó alegremente en las copas. La tarde era dulce y serena. El sol derramaba sus rayos esplendentes sobre la bahía. Las aguas dormidas rielaban su luz con brillantes reflejos de plata. Los buques anclados en el puerto cabeceaban blandamente, viéndose sobre sus cubiertas algunos marineros entregados al sueño.

¡Plaza, pues! plaza a la monja que entra en su palco toda adornada y cubierta de tela blanca sembrada de flores. ¡Bravo! los clarines suenan, es la señal, y las puertas del toril se abren; ¡un toro se precipita a la arena! Es un bravo toro salvaje nacido en las selvas de Sanlúcar; es pardo de color; solamente una estrecha faja blanca serpentea por su lomo.