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No creo año se llevan los guerreros, Que entrambos son muy viejos y muy canos Los golpes que se dan terribles, fieros, No dejan, donde aciertan, huesos sanos: Andan sanguinolentos carniceros, Como de Irlanda suelen los alanos, Y mas que hircanos tigres espantosos, Y en ver su propia sangre muy gozosos.

Pasé años haciendo una vida de pillo, pero puedo decir que he devuelto un alma al Señor... Ya le contará más despacio el señor de Maltrana mi conquista del zapatero. Y paseaba, guiñando los sanguinolentos ojos, frotándose las manos, celebrando su malicia y aquella conversión que era el acto más glorioso de su vida.

En este espacio estaba yo, que era el reo en aquella especie de juicio oral, y aún quedaba junto a la peña y casi enfrente de el hueco suficiente para otro oso descomunal que se entretenía en afilar las uñas en un canto gordo del suelo, mientras se pasaba la lengua por los hocicos y me miraba con ojos sanguinolentos balanceando la cabeza.

Todavía, amigo Mercado, habrás de pagar tu costa en este banquete, vaciándome algunas de las vinajeras que habrás puesto, cual sueles , a recaudo, como varón prudente, pues sabes que el agua del cielo no siempre baja cuando hace sequía, y que para entonces sirven y tienen su acomodo y aplicación los aljibes y depósitos, y aunque no tanto, siempre me contentaré con una buena azumbre para solo, pues a ti ningún provecho pueden hacerte estas bebidas ardientes, que en la primera edad previenen y disponen a los muchachos para ser sanguinolentos y coléricos, faltando así a la mansedumbre y humildad, que tanto nos encargan nuestros padres y maestros.

Los síntomas que indican con preferencia el carbonato de cobre y que pertenecen esencialmente á esta sal, son: tos seca, marasmo, pérdida de las fuerzas, color amarillento, sudores nocturnos, estreñimiento y cólicos; los siguientes indican mejor el acetato y forman parte de su sintomatología: marasmo, cara pálida y hundida, palpitaciones con esputos sanguinolentos, respiracion difícil, contraccion dolorosa del pecho, inquietud, agitacion continua, lengua húmeda, sed viva, pulso pequeño.

Me vine a casa y no pude parar en ella. Hace dos horas que ando dando vueltas por las calles y tantas cosas he pensado que tengo la cabeza como un volcán... No había más que mirarle para cerciorarse de la verdad. Sus ojos sanguinolentos semejaban lava encendida: la boca un negro, espantoso cráter.

Familias enteras que sólo salían a luz en las grandes festividades estaban allí desde las dos de la tarde, viendo pasar procesiones y más procesiones; mantos de Virgen, de aplastante suntuosidad, que arrancaban gritos de admiración por sus metros de terciopelo; Redentores coronados de oro, con vestimenta de brocado; todo un mundo de imágenes absurdas, en las que contrastaban los rostros trágicos, sanguinolentos o lloriqueantes, con las ropas de un lujo teatral cargadas de riquezas.

Se frotó los ojos, siempre sanguinolentos e inflamados por el abuso de la bebida, y aproximándose al bandido, dejó caer una manaza sobre uno de sus hombros con estudiada familiaridad, como gozándose en hacerle estremecer bajo su garra y expresándole al mismo tiempo su bárbara simpatía. ¿Cómo estás, Plumitas? Le veía por primera vez.

La camilla penetró en una habitación inmediata al patio, y el espada, con minuciosas precauciones, fue trasladado a la cama. Estaba envuelto en trapos y vendajes sanguinolentos que olían a fuertes antisépticos. De su traje de lidia sólo conservaba una media de color rosa. Las ropas interiores estaban rotas en unos sitios y cortadas en otros por tijeras.

Desde que supo la cobarde y traidora intriga urdida para que sus bienes fueran a parar al fruto de los adúlteros, no levantó cabeza. Bebió el cáliz del dolor hasta las heces. Lo bebió con la sonrisa en los labios para no desmentir sus teorías, pero el veneno produce siempre su efecto; le abrasó las entrañas. La tos fue en aumento, los esputos sanguinolentos también.