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Desde algún tiempo, el canónigo cifraba toda su esperanza en aquel mancebo de alto linaje, que él venía adiestrando para llevarle después como halcón en el dedo. El señor de San Vicente había dicho que comunicaría el resultado de las indagaciones a la Junta de Madrid. ¿No sacaría él mismo de esta empresa el báculo y la mitra?

Me hará grandísimo favor si puede utilizarlo aquí y probablemente le salvará la vida, que en la actualidad está amenazada, gracias a los miembros más jóvenes de su cristiana y altamente civilizada raza, que asisten en San Francisco a los modernos e instructivos colegios.

Entre estos venian dos desertores del pueblo de San José, que se habian desertado con otros nueve, de los cuales solo estos dos vivieron, habiéndose muerto los otros y el negro de D. Juan de la Piedra, al rigor de la inclemencia de estos campos, excesivo calor, hambre y sed, á mas 18 que se mandaron buscar entre hombres, mugeres y criaturas.

Mas no estaba en mi dicha que me durase mucho aquel descanso, porque luego al tercer día me vino la terciana derecha. Y fué que veo a deshora al que me mataba de hambre sobre nuestro arcaz, volviendo y revolviendo, contando y tornando a contar los panes. Yo disimulaba, y en mi secreta oración y devociones y plegarias, decía: "¡San Juan y ciégale!"

La santidad, una declarada locura. ¿Qué me dice usted de San Francisco de Asís abrazando y besando a los leprosos? ¿No es un caso de locura inmunda como la de esos desgraciados que suelen verse en las celdas de los manicomios gozando en revolcarse entre sus excrementos? ¿Qué opina usted de Santa Teresa de Jesús? ¿No le parece a usted increíble que haya aún quien tome en serio los desatinos que escribe?

¿A que la hago? ¿A que no te vienes conmigo a San Ginés? A que . Levantose para tirar de la campanilla. «Necesito verlo para creerlo dijo Guillermina, echando de sus ojos chispazos de alegría . Deja, yo llamaré a Tomás. El pobre chico no se habrá levantado todavía». Creo que ... ¡Tom!... Yo te haré el ... Vamos, vete vistiendo.

Aquel que penetra en los inmensos y silenciosos claustros de San Pedro de Roma, en uno de esos tristes días sin luz en los cielos y sin movimiento en la tierra, siente que se infiltra lentamente en su alma un sentimiento nuevo, por lo menos en su intensidad.

Por fortuna, San Nicolás le curó en seguida, soplándole en la cara. El niño se puso al punto muy alegre y pidió de beber. Yo y San Nicolás lloramos de alegría. ¡Palabra de honor! Los ojos de Pomerantzev se llenaron de lágrimas; pero se apresuró a secárselas, y añadió en son de broma: ¡Vaya un doctor San Nicolás! No se parece usted a él...

En el techo pintado al fresco, veíanse las figuras de San Ignacio y los Padres más famosos de la Compañía, todos entre nubes, revoloteando camino del cielo.

En tiempo de San Luis, se dió el nombre de Universidad á la reunion de todas las escuelas parisienses, y la universidad se llamaba entonces LA TRES-HUMBLE ET TRES-DEVOTE FILLE DU ROY: LA MUY HUMILDE y MUY DEVOTA HIJA DEL REY. ¡Quién habia de decir á San Luis que la muy humilde y muy devota hija del rey, habia de poner pleito á los mismos reyes! Segunda.