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Una noche observó Salvador que daba el enfermo un gran suspiro, y despertando acongojadísimo parecía reconocer la realidad de las cosas, medio seguro de espantar las embusteras percepciones del sueño. Es todo mentira, Sr. D. Benigno le dijo Monsalud riendo . Ánimo. ¡Ay, Dios mío! ¡qué sueño! exclamó el de Boteros . Todavía me duran la angustia y el mortal frío que sentí.

Si fueras también mi hijo, yo te la confiaría descansadamente. Estaba Salvador anhelante, mirando al enfermo, que continuó con su voz grave y triste: Pero no lo eres, no; yo te lo juro.... Por ahí se ha dicho que ...; ¡se dicen tantas cosas!

Afortunadamente, al chocar con los puntales se partió en dos o tres fragmentos, y Salvador no recibió en su cabeza sino uno de estos, que produjo un mediano porrazo, rozándole después la cara.

El famoso monasterio dúplice de la Peñamelaria, titulado de S. Salvador , fundado por los padres de Sta.

Entretanto, Salvador Fernández, médico municipal de Villazón, había trasladado su residencia desde la villa al pueblo gracioso y pequeño de Luzmela. En plena posesión del cuantioso legado del amigo, Salvador no había pensado ni un momento en cambiar de vida ni alterar en nada sus costumbres humildes.

Y una mañana muy nublada y tormentosa, Salvador llamó a Rita y le dijo: Esta tarde salgo de viaje. Rita, que andaba cavilosa leyendo misteriosos motivos en la pena visible del médico, preguntó alarmada: ¿Adónde, señorito? Voy a París, como otros años.

D. Salvador amigo dijo el cura . Según asegura un buen hombre que ayer llegó de Pamplona, allí corre la voz de que yo me he pasado a las facciones y estoy al frente de una compañía de escopeteros. Podrá ser mentira, ¿eh? pero parece que es verdad. El Señor ha guiado mis pasos, trayendome insensiblemente hasta aquí; ha mudado mi figura, me ha puesto en una vía de la que no puedo apartarme ya.

¿Yo? dijo Salvador, condoliéndose de su impotencia política y militar . Apenas tengo relaciones oficiales. ¿Qué caso han de hacer de ? Para mayor desgracia, he sido tildado de apostólico por algunos necios, y en el ejército corren hoy vientos muy liberales. Yo no puedo nada.

Como mi gusto sería ahora presentarle en una situación heroica, con gran dificultad contengo mi pluma en este momento, y únicamente me abstengo de introducir semejante episodio con el profundo convencimiento de que generalmente nada de esto ocurre en semejantes casos, y tengo la esperanza de que la más bella de mis lectoras perdonará la omisión, recordando que en una crisis verdadera, el salvador es siempre algún forastero poco interesante, o bien un poco romántico agente de autoridad, y jamás un Adolfo.

No lo , hijo mío; contestó riéndose don Salvador, y como tengo la completa seguridad de que si se lo pregunto no me lo ha de decir, no quiero tomarme esa molestia.