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Y mientras voy pienso todas estas cosas y me dedico un aplauso por mis dotes de lógico y filósofo. Llego al Español cuando están a mitad de un acto. No si entrar en la sala o permanecer en el vestíbulo hasta que acaben. Me decido por entrar; procuro no molestar con el ruido de mis pasos. Al sentarme suena una larga salva de aplausos. Yo miro al escenario y también aplaudo.

"Mi amor a decía arderá como el sol que siempre arde: ese sol, alma mía, da en otros horizontes vida al día que aquí mata en los brazos de la tarde. Sus alas extendiendo, la plúmea turba al aire ofrece en salva sonoroso estruendo, la tarde aquí con pena despidiendo, allá dichosa saludando al alba."

Calculó, por último, por el aire algo misterioso que tenían las desconocidas, por cierta inquietud que había creído notar en ellas, que la noche que estuvieron en los Jardines habían venido sin previa licencia del marido, improvisando aquella excursión en un momento en que él faltaba de casa, salva la prudente lealtad de decírselo luego para que aprobase y legitimase el hecho consumado.

, porque sanara el Clavelero, un chulito que tiene muy guapín, el cual recibió un achuchón en la plaza de Leganés... como que le entró el pitón por salva la parte... Pues el Clavelero sanó. ¿Y eso...? Vea usted, señora, ¡qué cosas hace la Virgen! Ella se sabrá lo que le conviene, tonta. Poco después se retiró Guillermina. La casa volvió a tomar su aspecto ordinario.

Una salva de aplausos los hace reaparacer cogidos de la mano los que hace cinco segundos se perseguían y se iban á pegar, saludando aquí y allá al galante público manileño y cambiando ellas miradas inteligentes con varios espectadores.

Los oficiales que advirtieron la taciturna tristeza de su camarada, le sacaron del éxtasis en que se encontraba sumergido, y presentándole una copa, exclamaron en coro: ¡Vamos, brindad vos, que sois el único que no lo ha hecho en toda la noche! Los militares acogieron el brindis con una salva de aplausos, y el capitán, balanceándose, dió algunos pasos hacia el sepulcro.

Un ejemplar de esta pieza, extremadamente rara, que no pudo encontrar Moratín, posee hoy en París Don Vicente Salvá, á cuya bondad debí el leerla. Trátase también de este asunto en una poesía de Juan Yagüe de Salas, titulada Los amantes de Teruel, impresa en Valencia en 1616. Rodríguez, Bibl. Val., pág. 103. Vicente Ximeno, Escritores del reino de Valencia, lib. I, pág. 247.

Yo te entrego la flor de mis amores, mi lauro eterno, mi triunfante palma; te entrego así mi corazón y mi alma pero nunca la cruz de mis dolores. Seca tus negros y divinos ojos, alza tu frente de oriental violeta, mi amor tu senda limpiará de abrojos... ¡Ya eres salva, mujer...! ¡Te ama un poeta! Nació en el arrabal de Tondo, de Manila, en 1876, falleciendo el 12 de Febrero de 1903.

Una salva de aplausos le sacó de su meditacion. El telon acababa de levantarse y el alegre coro de campesinos de Corneville se presentaba á sus ojos, vestidos con sus gorros de algodon y pesados zuecos de madera en los piés.

Rugero salva la vida á la condesa Aurora de Barcelona, á quien ama, y apela á todo linaje de sacrificios heróicos por ganar su corazón; pero un concurso fatal de circunstancias hace que el premio de todos sus actos lo recoja su rival, y hasta que su amada los desconozca, logrando, al fin, abrir los ojos de Doña Aurora, la cual, por otra parte, siempre le ha mostrado cierta inclinación.