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El soldado bromeaba ante el talle algo deforme de su mujer, saludando al ciudadano próximo á surgir, anunciándole un nacimiento en plena victoria. Un beso á la compañera, un cariñoso repelón á la prole, y luego se unió con los camaradas... Nada de lágrimas. ¡Valor!... ¡Viva Francia! Las recomendaciones de los que se marchaban eran oídas. Nadie lloraba.

Dio algunas vueltas solo, saludando a diestro y siniestro con la amabilidad de costumbre, por máquina, sin ver apenas a quien saludaba. Aquel Glocester y su don Custodio habrían tenido buen cuidado de hacer rodar la bola.... ¡Las cosas que dirían ya los enemigos! Pero ¿qué le importaba a él?

Al llegar casi al puerto de Barcelona sentí prolongarse en los aires un silbido agudo que me llenó de placer. Era el aliento de una locomotiva, en uno de los ferrocarriles catalanes. La tierra enviaba como el mar su grito civilizador, saludando la locomotiva de la estacion á la que llegaba dominando las ondas.

Velázquez fué saludando á sus amigos cordialmente y les invitó á sentarse. Estaba tranquilo y á las frases de sentimiento que dejaban escapar todos al darle la mano respondía con afectada alegría. Dejad que me un poco el fresco, hijos. Este Cádiz se me venía ya encima... Veréis cómo hago una gran fortuna por allá.

Es tarde... Acaso estoy soñando ya. Debo irme a acostar... Mañana desaparecerá la alucinación. Efectivamente, era ya entrada la noche, pues en una habitación vecina el reloj dio la una. Hizo entonces el joven un esfuerzo para levantarse, aunque sin conseguirlo, saludando al retrato, entre burlón y respetuoso: De todos modos, don Fernando, os agradezco en el fondo de mi alma vuestra bendición.

Saturno entra en el salón, saludando a diestro y siniestro, y aunque parece que su propósito es enterarse de quién está allí, en el fuero interno bien sabe él que lo que busca es un rincón de un diván o una silla, que le sirva de puerto en aquella arriesgada navegación por los mares del gran mundo.

Los arrieros se levantaron inmediatamente y saludando al recién venido por el nombre de don Salvador, salieron a su encuentro. Nada de transportes; se dieron sencillamente la mano, a la manera gaucha, casi sin oprimirla, contentándose con un contacto fugitivo.

"Mi amor a decía arderá como el sol que siempre arde: ese sol, alma mía, da en otros horizontes vida al día que aquí mata en los brazos de la tarde. Sus alas extendiendo, la plúmea turba al aire ofrece en salva sonoroso estruendo, la tarde aquí con pena despidiendo, allá dichosa saludando al alba."

Luego vio con la imaginación al amigo que estaba a pocos pasos de él, al otro lado de una pared de ladrillo, también inmóvil, con las extremidades rígidas, la camisa sobre el pecho, el vientre abierto y un resplandor mate y misterioso entre las pestañas cruzadas. ¡Pobre toro! ¡Pobre espada!... De pronto, el circo rumoroso lanzó un alarido saludando la continuación del espectáculo.

Romagné inclinó la cabeza y retirose arrastrando los pies y saludando a los presentes. El notario recuperó su alegría y el médico sus ensueños de gloria. No quiero alabarme a mismo decía modestamente M. Bernier, pero Leverrier descubriendo un planeta por la fuerza del cálculo, no ha realizado un milagro tan grande como yo.