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El mozo, que no vió á la doncella, En el indio enristró su fuerte lanza, El cual se levantó como centella, Un salto y el golpe no le alcanza. Afierra con el mozo, y aun perdella La lanza pienza el mozo, que abalanza El indio sobre él, por al ruido La moza despertó, y pone partido.

Tan presto saltó el descomulgado pariente de mi amo (digo el estudiantón) y dijo: -Aunque V. Md. me perdone, señor hidalgo, debe de saber poco de cortesía. ¿Conoce, por dicha, a mi señor primo?

He pasado seis meses en Bogotá; no si una vez más volveré a remontar el Magdalena y a cruzar los Andes al monótono paso de la mula; ¡pero, si el destino me reserva esa nueva peregrinación, siempre veré con júbilo los puntos de la ruta que conduce a la ciudad querida, cuyo recuerdo está iluminado por la gratitud de mi alma! El Salto de Tequendama. La partida. Los compañeros.

Peor lo ha hecho Quilito saltó Jacinto más animado, que ha perdido ciento cincuenta mil nacionales, y anda en la Bolsa, empeñado en sacarlos debajo de tierra. ¡También el Varguitas! ¡y no tiene sobre qué caerse muerto! Ese es el ejemplo que te ha perdido.

Disponed de : yo soy vuestro... yo os amo dijo don Juan embriagado. Y en aquel momento, olvidándolo todo, asió con sus dos manos la hermosa cabeza de Dorotea y la besó en la boca. ¡Oh! ¡qué horror! exclamó la joven poniéndose en pie de un salto ; ¡qué crueldad! ¡qué daño me habéis hecho tan terrible! Y arreglándose el manto, se dirigió á la puerta y llamó. ¿A dónde vais, Dorotea? dijo don Juan.

Así también pueden disculparse y quizás aplaudirse por lo candorosos ciertos pormenores de usos y costumbres que no yo si son anacrónicos o no lo son, por mi escaso saber en arqueología. Así, por ejemplo, si los niños del tiempo de Cristo, avecindados en Nazaret, jugaban ya al escondite, al salto de la comba y a la gallina ciega como los niños de ahora. Candor es este que puede hacer gracia.

Es fama que al oirlas saltó Porras en el asiento, como lanzado por un resorte, y pidió la palabra para decirle a Voltaire cuanto era del caso.

No es este y el de Tirteo, el único lauro guerrero que la poesía puede revindicar para . Dando un salto al través de los siglos, trasladémonos á la risueña Italia, que Vd. ha visitado con religioso respeto, segun nos cuenta en sus Viages.

Entre Neluco y yo, suministramos los solicitados pormenores acerca de su enfermedad y de su muerte... y saltó de golpe lo que yo veía venir rato hacía, y me extrañaba que no hubiese saltado antes en la conversación: el punto de continuar yo allí la obra benéfica de mi tío.

Adivinaban los dos amigos su labor mental en la contracción de su frente, en los gruñidos sordos que dejaba escapar, como un eco del monólogo interior. De pronto saltó de la reflexión á la palabra, sin preparación alguna, continuando en voz alta el curso de sus razonamientos.