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De pronto se levanta, me arranca el sombrero de la cabeza sin mirarme, salta al medio del corro y se lo pone. Comienza una serie de movimientos con las caderas, con el pecho, los brazos, la garganta, con todo menos con los pies. ¡Olé la Carboneriya! gritaron dos o tres.

Desde luego salta á los ojos, que no siendo la multiplicacion mas que una adicion abreviada, si una adicion infinita de ceros, no puede dar mas que cero; tampoco podrá resultar otra cosa de la multiplicacion, aunque sea infinito el otro factor. ¿Por qué pues los resultados matemáticos nos dicen lo contrario? No es verdad que haya semejante contradiccion; solo es aparente.

La contemplaba tal como se la había descrito muchas veces el «finado tío», en el estrado de su caserón de Salta, con ricas medias de seda, de las cuales cambiaba tres pares por día, mirándose con un orgullo de raza sus breves pies estrechamente calzados.

Tomá, hermano; lo mismo harías por mi si yo me hubiese «desgraciado». ¡Que el Señor del Milagro te acompañe! Y Rosalindo Ovejero volvió la espalda á la ciudad de Salta, tomando el camino del Despoblado.

Y los trajinantes de la Cordillera, al navegar por este océano de tierra roja, peñascos metálicos y dormidos lagos de borato, discernían con su justiciero espíritu la verdadera propiedad del largo camino. «Todo esto es de los marqueses que viven en Salta.» Y los marqueses eran los Vargas del Solar. Es nuestro y muy nuestro continuó Misiá Zobeida . Allá en nuestra casa guardamos los papeles.

Una playa de pinares: En aquella vastedad desierta, el viento y el mar juntan sus voces en un son oscuro y terrible. La barca, con el velamen roto, ha dado de través en los arrecifes de la orilla, y un marinero salta a reconocer la tierra. El patrón habla desde a bordo. Este arenal paréceme que debe ser el arenal de Las Inas. Busca a ver si descubres el Con del Frade.

Pero él lo espera a pie firme, con la espada entre los dientes; le agarra uno de los cuernos y salta ágilmente por encima de él. ¡Bravo, mi digno matador, bravo! recoge la flor de almendro que tu amada te ha echado mientras juntaba las manos para aplaudirte. ¡Pero he aquí que el toro se revuelve! ¡Virgen del Carmen! ¡mala señal!

Si el cielo está sereno, mansa corre la fuente, su cítara invisible tañendo sin cesar; pero vienen las lluvias, e impetuoso torrente peñas y abismos salta, ronco, espumante, hirviente, y se arroja, rugiendo frenético, hacia el mar.

Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste como quien espera tope de toro, y díjele: "¡Sus! Saltá todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua."

El dia que en esos pueblos se fundase la República, el cambio seria insensible en lo social y económico; apénas se produciría un movimiento ascendente en lo político. Es en el seno de esos pueblos que se halla el verdadero gèrmen de la democracia española. El resultado de la comparacion precedente salta á la vista, al abrazar al conjunto de la nacion española.