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Al Inciso Pitum le cupo en suerte, Que en el aire parece salta y vuela, Con su pica tostada, grande y fuerte, Por cien partes le rompe la rodela: Y aunque parece darle ya la muerte, De tal suerte el cristiano se desvela, Que pierde Pitum toda su esperanza, Que el cristiano le corta media lanza.

El que lo montaba tenía una balanza en la mano para pesar el sustento de los hombres. Era el Hambre. El cuarto animal saludaba con un bramido la rotura del cuarto sello. «¡Salta!» Y aparecía un caballo de color pálido. «El que lo montaba se llama la Muerte, y un poder le fué dado para hacer perecer á los hombres por la espada, por el hambre, por la peste y por las bestias salvajes

Este actor canta, ladra, ahulla, corre, brinca, salta, se estira, se encoge, se pone de cuclillas, de cuatro piés.... En fin, el hombre que al juzgar de las cosas se deje llevar de las primeras impresiones, no debe venir á los cafés cantantes, sino despues de haber estudiado todas las relaciones de esta sociedad originalísima. Si los ve antes, juzgará mal.

Y como el abismo en que se arroja el río Bogotá, comunica con las llanuras de la tierra caliente, alguna palmera se adelanta hasta la cascada misma; circunstancia que permite decir a los habitantes de Santa Fe que la cascada de Tequendama es tan alta, que el agua salta de la tierra fría a la caliente.

Más que pasar la vida sentado en una silla metiéndose con todo el que pasa, le estaría mejor ocuparse en sus labores... Pero como está usted ocioso, bien comido y bien bebido, salta y brinca como el ganado cuando tiene lleno el pesebre. ¡Ah, Cristo, si usted majara terrones como en otro tiempo, qué poco se cuidaría de los que van á su trabajo!...

Y cuidado que le quiero bien, lo que se llama bien... Pero hay casos en que se salta por encima de todo... como este caso... O es uno buen amigo o no lo es; o es uno persona decente, o un granuja. ¡Carape, carape, carape!... ¡Qué cosas, hombre!... ¡qué cosas más raras éstas!... En la botica trabajó mucho sin gran necesidad, y canturreó bastante aquella noche hasta la hora de cenar.

Apresúrate, Perla, ó me incomodaré, gritó Ester, quien, acostumbrada á semejante modo de proceder de parte de su hija en otras ocasiones, deseaba, como era natural, un comportamiento algo mejor en las circunstancias actuales. Salta el arroyuelo, traviesa niña, y corre hacia aquí: de lo contrario yo iré á donde estás.

Los doctores tienen siempre gran metimiento con los que gobiernan: en mi país, todos los amigos del Presidente son doctores... Mi pleito se resolvería «sobre tablas», como quien dice, sólo con que el rey enviase una esquelita al gobierno de Buenos Aires, o mejor aún, al gobernador de Salta, diciendo: «¿Qué es esto, señores? Lo dado, dado está, y entre caballeros no está bien faltar a la palabra.

¡Bravo, toro! ¡toma carrera con la cabeza baja y te precipitas sobre el picador!... Pero él te detiene en seco, hundiéndote su excelente hoja en el lomo. Tu sangre salta, tu muges y tu furor redobla. ¡Como hay Dios! ¡será una hermosa corrida!

El collar de perlas seguía fijo en su cuello, asomando por el escote angular... Era una magnificencia de artista rica que todo se lo echa encima; de enamorada de las joyas que no puede vivir sin su contacto y las coloca sobre su piel apenas salta de la cama, despreciando la hora y las reglas de la discreción. Pero Ferragut no podía distinguir lo extemporáneo de este lujo.