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Como ya consigné, don Diego Maldonado y Dávila recogió y coleccionó en un tomo las composiciones del doctor Salinas, manuscrito que poseyó Gallardo, y del que da noticias detalladas en su bibliografía.

"Cuando estas indiadas se ponen en camino para las fronteras de Buenos Aires, tienen que pasar precisamente por un parage del Rio Negro, al que llaman Chuelechet, pues ningun otro es transitable. Desde este sitio salen dos caminos, el uno para el Colorado, el otro para las Salinas, que quedan á dos dias de marcha, y en donde hay agua en abundancia.

Trató luego con aquel cacique y con todos los demás principales, del fin de su ida á aquellos pueblos, que era el fundar Reducción en sus tierras y quedarse con ellos; á cuyo fin les pidió le diesen paso franco y guías para todos los demás pueblos, para escoger en ellos el que fuese más acomodado para la fundación, y en particular hacia los que estaban al Poniente cercanos á las salinas, donde habían informado al Padre había parajes muy buenos para pueblos, aguadas, montañas y palmeras para estancias de ganados, interesándose en esto también el irse acercando á los demás pueblos de los Chiquitos, con camino más derecho y más breve.

Por todas partes se veía llegar á los religiosos, cuyos blancos hábitos se destacaban vivamente sobre el césped que cubría las avenidas de nudosos robles. Procedían unos de los viñedos y lagares pertenecientes á la comunidad, otros de la vaquería, de las margueras y salinas, y algunos llegaban, apresurando el paso, de las lejanas fundiciones de Solent y la granja de San Bernardo.

Llamóse éste Pedro Fernández Salinas, fué hombre de desahogada posición y contrajo matrimonio en Sevilla con doña María de Castro, habiendo de este enlace cuatro hijos, entre ellos á Juan de Salinas, que vino al mundo en la capital de Andalucía, el 24 de Diciembre de 1559.

Se comprendieron en esta desgracia, D. José Endeiza, D. Juan Blanco, D. Miguel Salinas, D. Juan Pedro Ximenez, D. Juan Vicente Larran, D. Domingo Pavia, D. Ramon Llano, D. José Cayetano Casas, D. Antonio Sanchez, D. Francisco Palazuelos, otros que no se conocieron, y cinco negros.

Después de haber sufrido una grave enfermedad que puso en peligro su vida, y muerto su padre, Juan de Salinas se dispuso á regresar á España, permaneciendo cuatro años en Segovia y fijando al cabo su residencia en Sevilla, de donde por tan largo tiempo había faltado.

Aunque el primero es de mas importancia que el segundo, este es mas pronto y fácil, porque el gasto de la Provincia no cesa; y impetrando órden de Su Magestad, para que no se permita en España embarque y conduccion de este género á los puertos del Rio de la Plata, y se prohiba el que las carretas salgan para las Salinas como hasta aquí se ha practicado, se queda este provecho á beneficio de aquella poblacion, y sus vecinos, ocupados en las tareas de sus acopios y en el despacho de sus frutos, logran la provechosa utilidad de esta industria y comercio; que con la pesca de la ballena establecida en el puerto de San José será mas importante.

Por lo cual, no teniendo el Padre quien le guiase y viéndose abandonado de sus cristianos, dió la vuelta á San Joseph, y aunque no pudo noticiar de lo sucedido al P. Fernández, lo supo éste en el valle de las Salinas por aquella voz que se divulgó, de la cual conjeturó había sido lo que había intentado el P. Felipe.

Juana salió a dar el recado, y volvió en seguida con una carta que puso en manos de doña Luz. Don Gregorio Salinas dijo Juana , me acaba de entregar esta carta, asegurando que será admitido en cuanto usía la lea. Dice que la carta es su credencial. Doña Luz, no bien tomó la carta y miró el sobrescrito, se quedó maravillada. Reconoció la letra de su padre.