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Cruzó entonces con el fondista algunas palabras en vascuence, que escuchaba Diógenes mirando a uno y otro lleno de inquietud, y de repente, sin paliativos ni preámbulos, díjole con rudeza campesina que la muerte se aproximaba sin remedio y érale necesario aprovechar aquellos momentos lúcidos que el mal le concedía, para arreglar sus negocios con los hombres y saldar sus cuentas con Dios.

De buena gana se habría estado allí un par de horas más oyendo aquellas retóricas que, a su juicio, eran como atrasadas deudas de homenaje que el mundo tenía que saldar con ella. Algunos días trascurrieron sin que Bringas advirtiera mudanza sensible en su dolencia.

Dijo que a él acudía, como hombre práctico en negocios, y perdiéndose en un laberinto de circunloquios, explicó a su manera el apuro en que se encontraba: un pagaré a saldar al día siguiente, una casa con qué hacer frente a este saldo y un comprador que faltaba, ¿qué podía intentarse? El caso era grave.

Al cabo de algunos meses de este régimen inflexible, llegué a un estado de salud artificial y de solidez de espíritu que me parecía apropiada para emprender mucho. Comencé por saldar mis cuentas con el pasado. Ya sabe usted que había tenido la manía de los versos.

Para impedir que esta corta cantidad, su único recurso en adelante, pase á manos de los acreedores de la testamentaría, podemos usar, yo lo creo así, del subterfugio legal que voy á tener el honor de exponerle. Es enteramente inútil, señor; me considero muy dichoso en poder, con el auxilio de esa cantidad que no esperaba, saldar íntegramente las deudas de mi padre, y le ruego le esa inversión.

Es punto incontrovertible que para saldar sus cuentas con Refugio y quitarse de encima esta repugnante mosca, no tuvo que afanarse tanto como en ocasiones parecidas, descritas en este libro. Y es que tales ocasiones, lances, dramas mansos, o como quiera llamárseles, fueron los ensayos de aquella mudanza moral, y debieron de cogerla inexperta y como novicia.

El joven Vargas hizo un movimiento olímpico de desdén. Mira, Jacinto, lo que yo es que en estos casos hay que mostrarse hombres y tener muñeca y saber vivir; al gringo le emplazo, como , para junio, y al portugués... la letra vence el 22. ¿Crees que de aquí al 22 de junio no me habré alzado con una suma suficiente para saldar mi deuda y comprarme corbatas?

Ella lo haría todo, ¡y con qué placer! se la presentaba la ocasión de pagar esa deuda, imposible de saldar jamás, del hijo con el padre, de pagarla en la moneda del cariño, de la abnegación, del sacrificio, única moneda válida para tales deudas. ¿Qué la importaban el lujo, las fiestas, la vanidad de la posición perdida?

Parejas enlazadas y de paso lento desaparecían en las penumbras del jardín. Todas habían pasado por allí: artistas célebres de París, de Londres ó de Viena; hermosas snobs de los dos hemisferios; señoras del gran mundo, sonrientes como esclavas ante el potentado que podía saldar sus deudas con una firma. ¡Ah, las noches pompeyanas de Villa-Sirena!...

Allí los ladrones, con todo su cortejo de corredores y auxiliares, los asesinos, los peleadores, los prófugos, toda la gente que tenía cuentas que saldar con la justicia o tenía por qué saldarlas, buscaba un refugio para dormir o vivir con tranquilidad, para hacer con todo sigilo una operación comercial inconfesable o para ocultarse discretamente, mientras pasaban las primeras averiguaciones subsiguientes a un delito descubierto por la policía.