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Los artículos comerciales de importacion son: la carne fresca ó salada, el sebo, los quesos, el pan, la sal, la harina, el aguardiente: toda clase de gruesos tegidos indígenas de lana y de algodon para el uso de los indios, cierta porcion de telas europeas para los empleados: las mulas, los caballos y algunos burros de carga para los trasportes.

El administrador de la sal fué ahorcado en la plaza uno de los primeros días de Mayo de 1774, y en la noche de su muerte una procesión de frailes de san Francisco subió al patíbulo, descolgó el cadáver, lo amortajó allí mismo, y colocándolo en un féretro, después de entonar largas salmodias, lo condujeron al convento más próximo, donde le dieron sepultura.

Atribuyo la mayor facilidad en consumirse los huesos de los indios a que no comen sal, porque no la tienen; no si erraré el pensamiento.

Embalsamaban la atmósfera leves auras de gardenia, de vinagre de tocador, de sal inglesa, de perfumería Rimmel.

No se trata de dar ni recibir lanzadas y mandobles, sino de la calamidad irremediable que nos sucedió en aquel figón, donde nos quedamos sin la más apetitosa empanada de liebre que he visto en mi vida porque el bruto del posadero, en lugar de sal, la llenó de azúcar. ¡Dios de justicia, cómo olvidar tamaño desastre! ¡Ja, ja, ja!

"Por aquel lado hay dos pequeñas salinas: vimos á una de ellas; á la otra no, por estar mas distante; y segun me informó el indio Matias, tienen sal solo en el verano.

MACARRONES CON LECHE. Se cuecen con agua y sal y se dejan escurrir; después se pone para medio litro de leche hirviendo media libra de queso de Gruyere o Parma rallado y cien gramos de mantequilla. Se acerca la cacerola al fuego, moviendo sin cesar los macarrones; pero sin romperlos, y cuando han absorbido la leche se sirven muy calientes.

Perdiendo por evaporación tres veces más líquido que el que le aportan los ríos, este mar asoleado se habría convertido en una extensión de sal, de no enviarle el Atlántico una rápida corriente de renovación que se precipitaba por el estrecho de Gibraltar.

Los sacan chorreando. Los limpian con sal de potasa. Los tienen al calor sobre láminas de hierro caliente. Los secan bien en tinas de aserrín. Los bruñen en la máquina de cepillar. Con la badana les sacan brillo. Y nos los mandan a la casa, blancos como la luz, en su caja de terciopelo o de seda. La muñeca negra

COLIFLOR EN SALSA BLANCA. Límpiese y lávese bien; póngase a cocer en agua con un poco de sal y manteca, teniendo cuidado de que no se deshaga; después de cocida se coloca en la fuente, procurando que no pierda su forma primitiva y se rocía con salsa blanca. También se puede poner en la misma salsa y darle unas vueltas en el fuego; de este modo no tiene tan buena vista.