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En el fondo, la iglesia, a la que iba gravemente todos los domingos, tan pequeño, que desaparecía por completo detrás del alto respaldo del banco rústico... Unos años hacen sobresalir los rizos rubios... después el cuello a la marinera... luego el uniforme de colegial... Unos años más, se ve el plumero tricolor del alumno de Saint-Cyr; y por último los brillantes colores del traje oriental del oficial de África...

Desesperó en poco tiempo a los tres o cuatro profesores que en vano se esforzaron por hacerle entrar algo serio en la cabeza; presentose en Saint-Cyr, donde no fue admitido, y comenzó por malgastar en París, lo más rápida y locamente del mundo, dos o trescientos mil francos.

Me resigno a abandonar momentáneamente Lavardens, porque Pablo quiere ser soldado, entrar en Saint-Cyr, y sólo en París encontraré los maestros y recursos necesarios para ello. Llevaré allá a los dos niños, que se educarán juntos, bajo mi vigilancia, fraternalmente. Podréis estar seguro de que no haré la más mínima diferencia entre ellos. Era difícil no aceptar una oferta como ésta.

Marchose el general, y la madre y el hijo no habían vuelto de su sorpresa cuando se abrió de nuevo la puerta. Eran dos antiguos camaradas de Saint-Cyr de guarnición en Noyon. Dispénsenos usted, señorita, pero queríamos absolutamente presentar a usted nuestros respetos y estrechar la mano del capitán antes de su partida.

Dos razones tenía para obrar así; la primera, muy confesable, era aumentar el brillo de sus reuniones; la segunda, menos cristiana, hacer de ella la querida de su hijo. Hacía siete u ocho años que había perdido a su hijo mayor, Guy de Lerne; el segundo, Jacobo, salía de Saint-Cyr al tiempo de la muerte de su hermano. Viendo a su madre sola, dio su dimisión para vivir a su lado.

Eran dos capitanes muy jóvenes. Toledo les supuso veinticinco ó veintiséis años de edad. Su uniforme muy ceñido al talle, su kepis de última moda, su apostura gallarda, placieron al coronel, que los calificó inmediatamente de militares de carrera. Debían proceder de la Escuela de Saint-Cyr; su ojo de profesional no podía engañarse: eran otra cosa que el humilde Martínez.

... ... convenido... todo lo que quieras, serás todo lo que quieras... Los dos tenían el mismo pensamiento: dejemos obrar al tiempo. Juan es un niño y cambiará de idea. En lo cual los dos se engañaban: Juan no cambió de idea. En el mes de septiembre de 1876, Pablo fue rechazado en Saint-Cyr y Juan recibió el undécimo lugar en la Escuela Politécnica.

Sois demasiado buena señora; ¡pero habría deseado tanto poder quedarme aquí! dijo, mirando al cura que volvió la cara a otro lado. ¿Por qué partís? continuó. ¿Por qué queréis llevarnos a Pablo y a ? Porque sólo en París podréis terminar seria y útilmente vuestros estudios. Pablo se preparará para los exámenes de Saint-Cyr, pues quiere ser soldado. Y yo también, señora, quiero serlo.

En la playa, acabada la partida, cambiábanse vigorosos apretones de manos al cumplimentar a los vencedores, que eran Blanca y su pareja, un joven discípulo de Saint-Cyr que había reemplazado a Raúl a última hora.