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Nunca otro en tan alto cargo se vió precisado á dar tantas audiencias á las damas: las mas venian á hablarle de algún negocio que no les importaba, para probarse á hacerle con él. Una de las primeras que se presentó fué la muger del envidioso, juándole por Mitras, por Zenda- Vesta, y por el fuego sagrado, que siempre habia mirado con detestacion la conducta de su marido.

Indiqué a la Vizcondesa que aquel matrimonio, tan ventajoso por otra parte, me inspiraba serios temores respecto a la dicha futura de su hija. No conoce usted a Cecilia, caballero, ni sabe usted qué clase de educación ha recibido. Ha estado en el Sagrado Corazón, como todas las señoritas de la nobleza a quienes conozco.

Ana oró, con fervor, como en los días de su piedad exaltada; creyó posible volver a la fe y al amor de Dios y de la vida, salir del limbo de aquella somnolencia espiritual que era peor que el infierno; creyó salvarse cogida a aquella tabla de aquel cajón sagrado que tantos sueños y dolores suyos sabía....

Pasaba esto mientras seguía leyendo; aún estaba aturdida, casi espantada por aquella voz que oyera dentro de , cuando llegó al pasaje en donde el santo refiere que paseándose él también por un jardín oyó una voz que le decía «Tole, lege» y que corrió al texto sagrado y leyó un versículo de la Biblia.... Ana gritó, sintió un temblor por toda la piel de su cuerpo y en la raíz de los cabellos como un soplo que los erizó y los dejó erizados muchos segundos.

Rosalindo no quiso aceptar ni por un instante la idea de apoderarse de este dinero. Por ser de una muerta tenía un carácter sagrado, y además representaba cierta cantidad de misas para la salvación eterna de la madre y su criatura. Pero era posible una operación de crédito entre los dos, que no resultaba completamente nueva.

Pero yo, en los últimos años, he ido de ciudad en ciudad visitando los clubs de hombres y otras asociaciones secretas del «partido masculista». En mis conferencias les he hecho conocer el cuaderno que dejó mi padre. Reproducido por prensas clandestinas circula hoy ocultamente, y es leído como el libro sagrado del porvenir.

El confesor, después de despachar á varias penitentas, sacó la cabeza por delante del sagrado cajón, lanzando una rápida mirada á la fila de señoras, mientras musitaba algunas oraciones. Me ha conocido pensó doña Cristina con orgullo No tardará en despedir á la que está delante. Pensaba en la natural sorpresa del confesor al verla allí en verano.

Las otras eminentes personas que rodeaban al Gobernador se distinguían por cierta dignidad de porte, propia de un período en que las formas de autoridad parecían revestidas de lo sagrado de una institución divina.

Tengo de ello un testimonio para sagrado, escrito por la mano de la persona más querida para en el mundo, y ratificado en su lecho de muerte. puedes creerlo o no, según se te antoje: a tu conciencia lo dejo. Cumplo con mi deber diciéndotelo. La mitad de este secreto te corresponde a ti, mal que te pese. Yo no puedo quedarme con él todo entero.

A lo cual respondí yo que me llamaría a hambre, que es el sagrado de los estudiantes, y si no me valiese diría: "Como se entraron sin llamar a la puerta, como en su casa, entendí que eran nuestros." Riéronse todos de las disculpas. Dijo don Diego: "A fe, Pablos, que os hacéis a las armas."