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¡Lo visteis, desgraciados! gritó el abad. ¿Y acaso no sabíais que el capítulo treinta y cinco de los reglamentos de esta orden os lo prohibía terminantemente? ¿De cuándo acá habéis olvidado que en presencia de una mujer debemos todos bajar la vista y aun volver la cara?

Es hijo bastardo del duque de Osuna, y de la duquesa de Gandía. ¡Cómo! exclamó el padre Aliaga ; ¡el duque de Osuna y la duquesa!... esta carta no dice nada de eso... cuenta sólo, que ese joven es hijo ilegítimo de padres nobles... ¡Ah! ¡no sabíais los nombres de los padres de ese caballero! No... pero vos, ¿cómo lo sabéis?

Os lo juro que yo, ni aun siquiera sabía que podía encontrármele. ¡Mentís! vos sabíais demasiado que don Juan de Guzmán, á más de ser amante de vuestra mujer... ¡Ah! no, no, tío Manolillo; eso ha sido una equivocación. Sabíais insistió el bufón , que á más de ser amante de vuestra mujer, lo era también de cierta dama buscona: de doña Ana de Acuña... ¡Ah! ¡no! ¡no! Se os puede probar.

Catalina estaba en el jardín; hice sentar a Elena en una glorieta y entré en la casa con mi amiga, para que la señorita no oyera nuestra conversación. Entonces el señor de Bergmans se deslizó al jardín por una abertura de la cerca y habló con la señorita. ¿Y vos no sabíais que debía ir allí? ¿Y os imagináis que me vais a hacer creer eso? exclamó la condesa.

M. Taillade respondió que lo recordaba muy bien, y explicole que, para hacerse agradable a M. L'Ambert, y captarse su benevolencia, había promovido al auvernés de peón de albañil a azogador. ¿Hace quince días de eso? preguntole el notario. , señor, ¿lo sabíais ya? ¡Demasiado, por desgracia! ¡Ah, señor! ¿cómo puede jugarse con cosas tan sagradas? ¿Yo...? No, nada.

Al cabo de poco tiempo hubiera pensado que me había herido una nueva maldición, si el oro os hubiera alejado de . Había llegado a tanto la necesidad de vuestras miradas, de vuestra voz y del tacto de vuestros pequeños dedos. Vos no sabíais cuando erais muy pequeña, vos no sabíais lo que vuestro viejo padre Silas sentía por vos.

Si lo sabíais no debíais haber dado ocasión á disgustarme, respetando mi voluntad.

19 Y mandó al mensajero, diciendo: Cuando acabares de contar al rey todos los negocios de la guerra, 20 si el rey comenzare a enojarse, y te dijere: ¿Por qué os acercasteis a la ciudad peleando? ¿No sabíais lo que suelen arrojar del muro? 21 ¿Quién hirió a Abimelec hijo de Jerobaal? ¿No echó una mujer del muro un pedazo de una rueda de molino, y murió en Tebes? ¿Por qué os llegasteis al muro?

¡Canalla!, ¡vil canalla!, ¡cobardes, miserables!... Si no me sujetasen, os iría arrancando la lengua uno a uno... Habéis herido a mi hija... ¿No sabíais que era mi hija, pillos? ¡Aquí demostraréis vuestro valor! ¿Por qué no vais a Navarra a combatir con los hombres armados, y atacáis ahora a los indefensos?... ¡Porque sois unos cobardes..., una chusma indecente, que se debe esparcir a latigazos!... Si hubiese entre vosotros alguna persona digna de medirse conmigo, que salga para que le escupa en la cara... ¡Déjenme ustedes, déjenme ustedes, por Dios, matar a alguno de estos granujas que han herido a mi hija! ¡Déjenme ustedes, señores; por Dios, me dejen ustedes!...

¿De que ese mancebo...? ¡vaya! al verle me acometió una sospecha; pero cuando me habéis dicho que es hijo de un Montiño... no pude dudar... como que... ya se ve, estoy en el enredo... ¿Acabaremos, hermano bufón? Si, por ejemplo, ese mozo en vez de llamarse Juan Montiño se llamase don Juan Girón... ¡Diablo! exclamó Quevedo. ¡Cómo! ¿no lo sabíais, don Francisco? Algo se me alcanzaba.