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Sin embargo, el partido que Belinchón acaudillaba admiraba la decisión y el valor de su jefe. Este, por la noche, tuvo una espantosa pesadilla. Soñó que el sable del director del Porvenir le abría por el medio. Una mitad se la llevaba el vencedor como trofeo. A Sarrió sólo volvió la otra mitad. Sus mismos gritos le despertaron.

Gracias a las almas caritativas, la construcción va echado chispas. Jacinta lo ha tomado con tanto calor, que hoy trabaja más que yo, y maneja el sable con un garbo que me deja tamañita. Tienes unas amigas que valen cualquier cosa. Esta noche he pensado en ti y en tus devociones.

Malo y deslucido si por acaso Arturo, que en la vida había tomado un sable en la mano, le hería o le descalabraba; malo y cruel si él, que iba todos los días a la sala de armas, acuchillaba a su sabor al pobre poeta, y malo y remalo, ora saliese vencedor, ora vencido, porque de todos modos el lance iba a ser contraproducente.

Con ocasion de un bautismo, arrojáronse algunos cuartos á los chicos y naturalmente hubo cierto tumulto en la puerta de la iglesia. Acertó entonces pasar por allí un bravo militar que, algo preocupado, tomó el barullo por filibusterada, y arremetiendo sable en mano á los chicos, entra en el templo, y si no se enreda en la cortina suspendida del coro, no iba á dejar dentro títere con cabeza.

No, caballero insigne; decía que el quijotismo español de hoy se parece al antiguo, como se parece el mulo al caballo. Por lo demás acepto el reto de usted y nos batiremos a la jineta, a pie, con sable, espada, lanza, honda, ballesta, arcabuz, o como usted quiera. Pronto partiré de Cádiz, quizás mañana mismo. Disponga usted de cuando guste.

Salimos de la casa, tomando cada cual la cabalgadura que se le había destinado, juntamente con un sable y dos pistolas. El bagaje se repartió entre todos. Un criado antiguo se había encargado del dinero, otro llevaba las ropas del señorito; Marijuán llenaba sus alforjas con abundantes provisiones, y en mi grupera pusimos varios encargos y las cartas que D. Diego debía entregar en Córdoba.

No tocar el piano le diría . Y si, en vez del ajedrez o el piano, el señor en cuestión se orientase hacia la esgrima y quisiera batirse conmigo a espada o a sable, mi contestación sería igualmente lacónica. Lo siento mucho, pero no batirme a sable ni a espada... En el primero y el segundo casos, todo el mundo encontraría mi negativa perfectamente natural.

Unos llevaban por toda arma un lanzón; otros, un sable; otros, un hacha atada con una cuerda a la silla y una enorme pistola de arzón sujeta a la cintura. Varios otros, con el rostro levantado contemplaban extáticamente la verde copa de los abetos, que se escalonaban unos sobre otros y llegaban hasta las nubes.

El gitano escuchaba silenciosamente, mientras que Bentek continuaba sin interrumpirse sus ¡pom!... ¡pom! y su viva pantomima. Blasillo, poniéndose apresuradamente un cinturón, colocaba en él su sable, su puñal y sus pistolas.

Los puestos de venta llegaban hasta las mismas puertas del Principal; los compradores codeábanse con el centinela, y los dos oficiales de la guardia, con las manos metidas en el capote y las piernas golpeadas por el inquieto sable, paseaban por entre el gentío buscando caras bonitas.