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Don Mateo, anciano decrépito, no sólo estropeado por los años, sino por multitud de achaques adquiridos con una vida harto disipada, era la alegría de la villa de Sarrió. Ninguna fiesta, ningún regocijo público o privado se efectuaba en el pueblo sin su intervención. Era presidente del Liceo, sociedad de baile, desde hacía muchos años, y nadie pensaba en substituirlo por otro.

Era tan sólo novedad la exaltación del principio, y un cierto desprecio de los resortes imaginativos y de la psicología espaciada y ensoñadora. Fuera de esto el llamado Naturalismo nos era familiar a los españoles en el reino de la Novela, pues los maestros de este arte lo practicaron con toda la libertad del mundo, y de ellos tomaron enseñanza los noveladores ingleses y franceses.

Visitación, la del Banco, en vez de mirar como todos hacia la calle estrecha por donde ya asomaban los pendones tristes y desmayados, las cruces y ciriales, observaba el gesto de don Álvaro Mesía, que estaba solo, al parecer, en el último balcón de la fachada del Casino, en el de la esquina.

Cuando se fue la de Jáuregui, dejando sola a su sobrina, esta mudó de sitio por no ver los pies de Mauricia, calzados con bonitas botas de caña clara; pies preciosísimos que no darían ya un solo paso, Doña Fuensanta salió y le dijo algunas palabras.

Solo consigo mismo, ante un espejo de Venecia que le mostraba sin piedad su nueva imagen, cayó Alfredo L'Ambert en un abatimiento profundo.

»Por consiguiente, ya lo sabéis... El tercer mandamiento de la ley de Dios es «santificar las fiestasTodos estamos obligados, me entiende usted, a guardar los días de precepto, no sólo para bien de nuestra alma, sino por el ejemplo que con nuestra buena conducta damos a los otros. Los que falten a este sagrado precepto sin necesidad, cometen un grave pecado.

El rebelde se conmovió viendo la angustia de esta alma simple, que imploraba en su congoja un sorbo de consuelo. , volvería a verla; él lo afirmaba con solemne gravedad. Es más; estaría en contacto a todas horas con algo que habría formado parte de su ser. Todo lo que existía quedábase en el mundo; sólo cambiaba de forma; ni un átomo llegaba a perderse.

Toda esa gente me pareció formar una raza enérgica, de excelentes instintos y capaz de ser un pueblo estimable y progresista con solo darle el impulso de la educacion, la industria y las buenas instituciones. Y la turba de vendedores dispersa sobre la barranca del puerto á la sombra de algunos árboles, no era menos simpática y curiosa.

Sólo llevamos hecho un piso, y estamos seguros de que el día que lo cargen se vendrá abajo, aplastando a todo Cristo. ¡Con tal que no estemos nosotros!... El contratista viene en su automóvil una vez por semana; mira, recomienda que se haga todo por el sistema de «mírame y no me toques», y se va.

»No, no le dije: esa alma tan noble y pura debe permanecer aún sobre la tierra; es nuestra, nos pertenece. », tienes razón me contestó, entusiasmado; esa alma es tuya, tuya... Porque sólo puedes elevarla hasta el cielo o hundirla en los abismos; sólo puedes hacerme dichoso o quitarme la vida. ¡Oh, Juanita!