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Es que me va á pegar madre, si lo digo, contesta, haciendo pucheros, el pobre chico. ¡Es que si callas, te voy á deshacer yo la cara de una guantá!

«Os suplico, continúa, que recordeis que por lo tocante á las cosas relativas á la voluntad, he puesto siempre una gran distincion entre la contemplacion de la verdad y los usos de la vida: con respecto á estos, tan distante me hallo de pensar que solo debamos seguir las cosas conocidas muy claramente, que por el contrario creo que ni aun es preciso aguardar siempre las mas verosímiles, sino que es preciso á veces entre muchas cosas del todo desconocidas é inciertas, escoger una, y atenerse á ella firmemente, mientras no se vean razones en contra, cual si la hubiésemos escogido por motivos ciertos y evidentes, como lo tengo ya explicado en el Discurso sobre el Método; pero cuando solo se trata de la contemplacion de la verdad ¿quién ha dudado jamás que sea necesario suspender el juicio sobre las cosas obscuras ó que no son distintamente conocidas

Por eso, después de Pedro Sánchez, como después de El sabor de la tierruca y De tal palo..., oyó siempre Pereda la voz de quien mejor le quería, repitiéndole: « eres ante todo el autor de El Raquero, de La Leva y de El fin de una raza. Si quieres elevar un verdadero monumento a tu nombre y a tu gente, cuenta la epopeya marítima de tu ciudad natal.

Así acabó el V. P. Lucas el curso de su predicación, llena de tantos trabajos, afanes y fatigas, con la mayor muestra de amor de Dios y de los prójimos, sacrificándose á mismo todo, por traer al conocimiento de su Criador los que vivían en las tinieblas y sombra de la gentilidad.

No por qué, querido maestro, se rehusa usted a mismo la satisfacción de haber transmitido a su hija, con la vida, las cualidades que hacen de usted un hombre honrado. En el maravilloso alambique de la Naturaleza, las cualidades especiales de nuestro sexo se transforman en las que convienen a la mujer.

En la una, su tío el Canónigo se despedía de ella para el otro mundo y le daba mil consejos de mucha substancia, amén de un legadillo para que ambos huérfanos prosiguieran la empresa de reclamar su filiación y herencia, si ya no estaban en posesión de ambas cosas. La otra carta anunciaba la muerte del santo varón.

¡Hum! dijo el cocinero mayor . Pero eso no quita el que yo tenga encima un proceso. ¿Y sois vos en efecto quien ha matado al sargento mayor? dijo Luisa, cuya voz estaba perfectamente serena. Os diré... no lo puedo asegurar... no de fijo si le he matado ó no. ¿Que no lo sabéis? pues entonces ¿quién lo sabe? ¡Dios! Pero explicáos.

Y de mi sobrina ¿estás muy seguro? preguntó el doctor fríamente, con forzada indiferencia, como si no quisiera alarmar al joven. Sanabre sentía la ciega convicción de todo amante. : estaba seguro de que le amaba: ¿Por qué le había de engañar, halagando sus ilusiones? El ingeniero no comprendía la pregunta del doctor.

Que no se te conozca, Bernardino se decía, es preciso mostrar cara alegre, disimular, enseñar los dientes al público imbécil, que te mira curioso, para burlarse de tu desgracia, si descubre su huella en el semblante; haz cuenta que estás en las tablas de un teatro, y que todos te observan y siguen los movimientos: aplomo y serenidad.

»Ya pueden ponderar hasta el colmo los amantes el martirio que les causan sus celos. ¿Qué supone la ira de un Otelo si se la compara con la desesperación de Brabantio y de la Sachette? »¡Oh! ¡Los amantes! ¿Acaso vivieron veinte años de la vida del ser que ellos idolatran? »¿Por ventura, después de crearlo una vez, lo perdieron para salvarlo otras veinte?