United States or Oman ? Vote for the TOP Country of the Week !


Dice así, en dos cartas, fechadas en Madrid en 27 de junio y 25 de julio de 1679: «Si yo quisiera contar todos los sucesos trágicos de que oigo hablar aquí un día y otro día, habías de creer que este país es teatro de las escenas más horribles del mundo. Da ocasión á ellas de ordinario el amor, el afán de satisfacerlo, y el castigo del mismo.

EL GRUESO ROMANO. ¡Tiene un talento este Escipión!... He aquí cuál es mi plan: avancemos todos a una, ocultándonos uno tras otro y sin apresurarnos. Si no hemos tenido miedo de los maridos... EL GRUESO ROMANO. ¡Lo de menos son los maridos! ¡Silencio! Nos están oyendo. ¡Este diablo de Marco Antonio, con su manera de gritar!... Además, ¿por qué hablar de los maridos y molestar a las pobres mujeres?

Desapareció la doctora, aturdida por este diálogo, del que sólo podía adivinar algunas palabras. Freya, inmóvil, con los ojos adormecidos y una rodilla entre sus manos cruzadas, se mantuvo aparte, entendiendo la conversación, pero sin intervenir en ella, como si le ofendiese el olvido en que la dejaban los dos hombres.

Si helaba, levantábase de madrugada y dejaba atónitos a los de casa saliendo al corredor en mangas de camisa, lavándose todo el cuerpo con el agua que se hacía sacar de las pilas de mármol, después de roto el hielo.

Estando este ruido y hervor de combate, pareció en el fuerte una paloma blanca con algunas pintas, la cual, entre tanto que pasó el dicho combate, andaba volando alrededor del fuerte; y como los cristianos hobieron la victoria, se fué, que no la vieron más después, ni primero la habían visto, si no es aquel día.

General, ya que le estorba tanto ese ingenierillo, no tiene mas que darnos una orden. Es lo más fácil librarse de él. ¡Como si el general necesitase de tales consejos! Eran muchos los que habían desaparecido misteriosamente de la existencia diaria, y los calumniadores pretendían que únicamente Castillejo podía saber dónde estaban. Todos debajo del suelo.

Las gentes se abordaban en la calle sonriendo: «¿Qué noticias hay de la revoluciónlo mismo que si hablasen de la lluvia o del buen tiempo. Y Montaner salió en una diligencia, como único pasajero, hacia el pueblo dónde estaba su compatriota. A las pocas horas, unos hombres a caballo, armados de lanzas, con pañuelos rojos al cuello, rodearon la diligencia.

Si el público fuera en realidad equivalente al vulgo, si el público y el pueblo fuesen la misma entidad, aún se podría sostener que posee, si no reflexivo acierto para apreciar la bondad, la verdad o la belleza, instinto semi-divino y casi infalible que le lleva a fallar sobre todo ello con justicia.

Gracias a que era un «vate aplaudido» en la Juventud Católica y tenía ideas muy cristianas; que si no, a la vista de tamaña traición hubiera sido capaz de ahogar su dolor cometiendo la más atroz barrabasada, por ejemplo, dando un adiós patético a la ingrata, y arrojándose después de cabeza en aquel caldero de aceite hirviendo donde volteaban los buñuelos.

Se puso el doctor como una cereza.... Miró a Visita con torvo ceño y echándose a adivinar exclamó con enojo: ¡Estamos mal!... Aquí se ha hablado mucho.... Me la han aturdido, ¿verdad? ¡Como si lo viera... mucha gente, de fijo... mucha conversación!... Entonces fue Visita quien sintió encendido el rostro. Somoza había adivinado. No sabía medicina, pero sabía con quién trataba.