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El caballo marino la sangría, cuando se siente cargado de sangre, abriéndose la vena con punta de caña que le sirve de lanceta, y el barro de venda, revolcándose en él, con lo que cierra la cisura.

Para obtenerlos era menester buscar a su abuelo, y avisarle del encuentro con el señorito; no lo tuvo por difícil, pues recordaba aproximadamente el punto del bosque donde Primitivo quedaba; y por atajos y vericuetos sólo practicables para los conejos y para él, Perucho se lanzó tras la pista de su abuelo.

Pregunté a Nicolás que quién era aquel Fierabrás, y me respondió que se llamaba Telo. Para acabar presto; el moro le dijo a la Gaviota que la venía a matar. Virgen del Carmen exclamó la tía María , ¿era acaso el verdugo?

1 Oíd la palabra que el SE

Comienzan a chirriar las puertas metálicas de las tiendas; suenan lentas, graves, una a una, las campanadas de una iglesia. Y un coche se desliza ligero, con alegre tintineo, sobre el asfalto. Lo tomo.

Si algunas veces se me presenta una idea fuerte y magnífica, es inútil que trate de retenerla. Bien pronto mi sangre fermenta, y no la encuentro más que a través de dolores extravagantes; o bien me canso de semejante tensión y entonces se esfuma y palidece bajo mis pinceles; es, quizá, que la imagen de Eulalia tiene demasiada fuerza en mi cerebro y esto me distrae.

Por la puerta que deja abierta el asesinato de Barranca-Yaco entrará el lector conmigo en un teatro donde todavía no se ha terminado el drama sangriento.

El santo amor castisimos amores, La dulce paz su quietud sabrosa, La guerra amarga todos sus rigores. Mostrabasele clara la espaciosa Via, por donde el sol hace contino Su natural carrera y la forzosa. La inclinacion, ó fuerza del destino, Y de qué estrellas consta y se compone, Y como influye este planeta ó sino.

Júreme usted por Dios y por su honor que la defenderá y apoyará hasta morir por ella, que matará, si es necesario, al traidor, y que la pondrá en el trono que hoy ocupo. ¡Lo juro, por Dios y por mi honor! Y ruego a Dios que proteja a Vuestra Majestad, porque creo que la misión que se propone está llena de peligros.

Semejante impulso era tan insólito en él que se imaginó propenso a un ataque de locura. Empezaron los acordes de otro vals. Adriana y Castilla entre las parejas apiñadas, buscaban sitio para bailar. Muñoz vio de pronto, claramente, que Castilla acariciaba la mano que Adriana había apoyado un instante en su brazo.