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Por detrás de él Gloria me solía hacer mil muecas, poniéndome en grave peligro de perder la serenidad y echarlo todo a rodar. Dos veces, en el espacio de ocho días, me invitaron a comer. Los manjares predilectos de aquellos seres eran tan extravagantes como ellos. Don Oscar cogía a puñados los berros y se los metía en la boca y los rumiaba como un buey. Además, hacía uso inmoderado del vinagre.

¡No se descuide, don Baldomero, que cuando llueve se mojan todos! replicó la vieja disponiéndose a ordeñar, al sentarse en cuclillas al pie de una vaca negra que rumiaba tranquilamente, mientras movía, sin éxito, el tronco de su cola atada en la punta a sus propios garrones. Yo he tenido que desayunarme con leche dijo Lorenzo, cansado de esperar un mate dulce que me ofrecieron...

Se había quedado allí después de traer á unos extranjeros que prefirieron, á la salida del Palacio, descender á pie por el antiguo camino fortificado. Miguel lo ocupó, haciéndose conducir á Villa-Sirena. Todo el resto del día y gran parte de la noche transcurrieron para él dulcemente, mientras rumiaba en su memoria las noticias adquiridas. No era mala la jornada. De Atilio apenas se acordó.

Su papá rumiaba tranquila y filosóficamente como un buey; su mamá, como siempre, se hallaba distraída, inquieta, en espera a cada instante de una desgracia; y en cuanto a Tristán es imposible que nadie pudiese mostrar en su rostro un gesto de displicencia y de tedio más señalado. La doncella aprovechó una pausa para dar a su señora noticia de un encuentro agradable que habían tenido en el Retiro.

Don Pedro chupaba también con ensañamiento su cigarro y rumiaba las palabras del médico, que por extraño caso, atendida la diferencia entre un pensamiento relleno de ciencia novísima y otro virgen hasta de lectura, conformaban en todo con su sentir. También el hidalgo rancio pensaba que la mujer debe ser principalmente muy apta para la propagación de la especie. Lo contrario le parecía un crimen.

«Así, así... muertos los dos... charco de sangre... yo vengado, mi honra la... la... vadita» murmuraba él dando golpes cada vez más flojos, y al fin se desplomó sobre el jergón boca abajo. Las piernas colgaban fuera, la cara se oprimía contra la almohada, y en tal postura rumiaba expresiones oscuras que se apagaban resolviéndose en ronquidos.

Durante el camino rumiaba Febrer proyectos de ataque. Estaba resuelto a una acción inmediata. Apenas saliese el verro a la puerta de su casa, le dispararía los dos tiros de la escopeta.

Don Juan rumiaba, moviendo sus desdentadas encías a derecha e izquierda como una cabra vieja, y sus ojillos alegrábanse al ver comer a la familia, y especialmente a Juanito. Podían decir lo que quisieran ciertas gentes; pero él, don Juan Fora, propietario y paseante perpetuo, sostenía que nada hay como la cocina casera y el comer en familia. ¡Vaya un modo de tragar, hijos míos!

El ganado rumiaba la yerba seca en el fondo de los establos; los paisanos mascaban las castañas al amor de la lumbre y sólo salían cuando escampaba para abrir y limpiar las pequeñas acequias de los prados, ó revisar las paredillas y setos que las cierran. También solían ir al monte á cortar leña ó en busca de helecho y árgoma para hacer cama á las reses.