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En la mañana del cuarto día de movilización, al salir de su casa, en vez de encaminarse al centro de la ciudad marchó con rumbo opuesto, hacia la rue de la Pompe. Algunas palabras imprudentes de Chichí y las miradas inquietas de su esposa y su cuñada le hicieron sospechar que Julio había regresado de su viaje.

Había sido un admirable comerciante de la religión: un talento práctico surgido á tiempo para salvar la tienda de Roma amenazada de quiebra, ordenando sus negocios, dándoles nuevo rumbo y fundando su Compañía, aquel disciplinado cuerpo de comisionistas del catolicismo que viajaban por toda la tierra, explotando las pasiones y las debilidades humanas, para la mayor gloria de su Dios.

A las tres y media de la tarde seguimos la marcha, hasta las cinco que paramos en las Saladas, habiendo caminado una y media leguas por dicho rumbo. Estas lagunitas á las que dan el nombre de Saladas, las hallamos sin agua. Reciben este nombre por estar en bañado, y cuando tienen agua es salobrosa. Dia 21.

Con el primer rumbo se llegò al desagua del Arroyo de las Flores en la laguna del mismo nombre, y

Caminando siempre por el mismo rumbo, cosa de treinta leguas mas ó menos, se encuentran otros indios, llamados Puelches. Estos indios son muy altos y corpulentos, y tienen los ojos muy pequeños: son tan pocos, que no llegan á seiscientos, y son tambien muy parciales y amigos de los españoles, con quienes desean tener siempre trato.

Estas 24 horas tuvimos vientos frescos del S al OSE, con algunas turbonadas; el tiempo nublado: rumbo corregido N 38 grados al O: distancia 83 millas: distancia meridional 4 grados 19 millas al O: longitud echo 6 grados 17 millas O: altura por observacion 42 grados 33 minutos S.

D. Joaquín también sintió cierto picor en la garganta, que le obligó a toser volviendo la cabeza. D.ª Serafina no contestó a la pregunta, porque se distrajo hablando con D.ª Eloisa. La conversación cambió de rumbo, como si tácitamente todos convinieran en que aquél era peligroso. Poco después cesó de ser general, y volvieron a formarse los grupitos de costumbre.

Como en la calle ya no oía la guitarra del mozo del café, se le empezó a aflojar el ánimo, y sin darse clara cuenta de sus pasos, en vez de entrar en su casa se encontró en el vestíbulo del teatro. Era hora de ensayo. Allí estaría Serafina de fijo. Tampoco le desagradó aquel cambio instintivo de rumbo. Era otra prueba de que estaba muy enamorado.

El orador, después de indicar con estas palabras el nuevo rumbo que iba á emprender, se dedicó á la descripción de todos los gastos que llevaba hechos el gobierno para el sostenimiento del intruso.

Me encontré solo en medio de París a una hora desusada, sin rumbo, falto de costumbres cotidianas, sin vinculaciones, sin obligaciones, pensando con ansiedad: ¿Qué voy a hacer esta noche? ¿Qué haré mañana?... Olvidaba absolutamente que desde muchos meses, durante todo un largo invierno, no había tenido compañía.