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Lo he pensado ya; sólo que fue como un relámpago, de esas cosas que desecha uno apenas las concibe. Ahora ya... ya estamos en otro caso. Sólo con ver su cara de usted.... ¡Jesús!, ¡señorita Marcelina! ¿Qué tiene que ver mi cara?... No se acalore, le ruego que no se acalore.... ¡Por fuerza esto es cosa del demonio! ¡Jesús mil veces!

Tened, bellas sabinas, la bondad de elegir entre vosotras una parlam... CLEOPATRA. No os molestéis en repetirlo: hemos oído vuestro genial proyecto. ESCIPIÓN. ¿De veras? Y, no obstante, hemos hablado quedísimo. VOCES FEMENINAS. ¡Os hemos oído, sin embargo! CLEOPATRA. Id, con vuestra rodilla blanca, a vuestro puesto, y esperad. Nosotras vamos a deliberar... ¡Más lejos! ¡Os lo ruego!

16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: 17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos, y su pecado, porque mal te galardonaron; por tanto ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban.

A consecuencia del duelo que había terminado de un modo tan fatal para el conde de Lerne, ningún argumento, ningún ruego, habrían podido determinar a Juana Maurescamp a permanecer bajo el mismo techo conyugal y esperar en él a su marido. Esa noche se refugió en casa de su madre, llevándose valerosamente a su hijo.

A través de la puerta, abierta de par en par, la neblina y el viento llevaron al interior una oleada de frío. ¿Qué significa esto? preguntó, volviendo hacia Carlos su colérico rostro. ¡Nada! Pero, deténgase, se lo suplico... Aguarde hasta mañana, pero no esta noche. No lo haga. Se lo ruego. Por el amor de Dios, no haga usted eso.

17 Y él respondió: Yo te ruego, que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que has hablado conmigo. 18 Te ruego que no te vayas de aquí, hasta que a ti vuelva, y saque mi presente, y lo ponga delante de ti. Y él respondió: Yo esperaré hasta que vuelvas.

No por amor suyo, de que V. carece, sino por el mundano honor de que V. se jacta y por los respetos y consideraciones que todo hombre bien nacido debe á las damas, ruego á V. que no nos distraiga del camino que llevamos, ni perturbe nuestra vida retirada y devota.

No te sobresalte cosa alguna, pues ninguna hay que pueda darte pesadumbre, pues, como ya te he dicho, los turcos, a mi ruego, se volvieron por donde entraron''. ''Ellos, señor, la sobresaltaron, como has dicho -dije yo a su padre-; mas, pues ella dice que yo me vaya, no la quiero dar pesadumbre: quédate en paz, y, con tu licencia, volveré, si fuere menester, por yerbas a este jardín; que, según dice mi amo, en ninguno las hay mejores para ensalada que en él''. ''Todas las que quisieres podrás volver -respondió Agi Morato-, que mi hija no dice esto porque ni ninguno de los cristianos la enojaban, sino que, por decir que los turcos se fuesen, dijo que te fueses, o porque ya era hora que buscases tus yerbas''.

Me voy, celebrando mucho que no haya sido el objeto de su persecución el que yo sospechaba.... De todos modos, sin embargo, le ruego no continúe en ella.... Ya ve usted; soy casada, y cualquiera podría pensar que yo la aliento o doy algún motivo.... Pierda usted cuidado, señora. Desde el momento en que a usted le molesta me guardaré de seguirla.

Ruego á V.S., me haga este favor, como de su benevolencia lo espero: podrá venir esta certificacion con él que lleva esta carta, enviándola para eso al Colegio.