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; un día, al pasar por delante de las ventanas del salón, á Bobart que decía: "Esta pequeña es bastante bonita, pero imbécil como un ganso ..." ¡Viejo idiota! exclamó Roussel. ¡Despreciable bribón! dijo Mauricio. ¡Debe hacer una buena figura, añadió el joven, frente á frente de la señorita Guichard, en el gran comedor de Rouxmesnil!

Entonces, padrino mío, ¿usted supone que la señorita Guichard ha dejado Rouxmesnil? Esta mañana, á primera hora. ¿Y que está en París! Y acaso en camino para Montretout.

La señorita Guichard está en Rouxmesnil, una tierra que posee en Normandía, cerca de Dieppe ... Gracias, amigo Federico; ha maniobrado usted como un verdadero agente de policía. ¿Y el señor Bobart partió? Partió, , señor; un cuarto de hora después. ¡Bueno! Federico. Ahora puede usted bajar; su misión ha terminado. Coma usted, beba, descanse. Doy mil gracias al señor.

En el primer caso, Clementina triunfaba y continuaba siendo omnipotente; en el segundo, se vengaba terriblemente de los que hablan intentado burlarla, y esto era también una victoria. En sus nuevas posiciones se creía muy fuerte; casi invencible. Por de pronto, su Rouxmesnil le parecía inexpugnable.

Soltó el collar y el gran perro gris, saltando con una ligereza y una fuerza increibles, cayó sobre el mastín, que se mostró resistente é hizo honor á Rouxmesnil sosteniendo el choque. Pero el perro gris era de una agilidad increible y antes de que los espectadores de este combate pudieran hacer un movimiento, los dos animales, enlazados, habían rodado al fondo del foso.

Hacia cerca de una semana que estaban en Rouxmesnil, cuando una tarde, en que se paseaba á lo largo de un foso que daba sobre la llanura, la joven vió al pasar, echado en un campo de trigo, un hombre de blusa, con el sombrero apabullado, que dormía á pierna suelta, á consecuencia, sin duda, de algunas copas de aguardiente.

El castillo de Rouxmesnil es una edificación blanca, perdida entre el verdor de un parque de diez hectáreas y rodeada de muros y de precipicios. Un espeso bosque de hayas centenarias la defiende del viento del mar, que barre furiosamente toda la llanura. Una importante hacienda dependía del castillo, que no estaba habitado hacía mucho tiempo.

Al llegar á Rouxmesnil, Herminia, que no había estado allí más que dos veces con la señorita Guichard y llevaba los ojos hinchados de llorar, la cabeza aturdida por el insomnio y el corazón oprimido por el pensamiento de la pena que debía experimentar Mauricio, creyó que entraba en una prisión. Las maderas cerradas hacían reinar una oscuridad húmeda en todas las habitaciones.

Por la ventana, que daba al jardín, entraban perfumes de clemátida y el sol, al ocultarse en el horizonte por detrás de los bosques, se apagaba en un cielo matizado de rosa, verdoso y anaranjado. ¡Qué diferencia! decía Herminia, entre esta deliciosa comida y las que hacia en Rouxmesnil, entre mi tía y Bobart! ; ¡se acabó la tristeza! Mañana nos vamos á Florencia y Venecia.

Envía á buscar á tu sobrina una persona con cuya fidelidad puedas contar. Su doncella. ¡Bueno! Esa muchacha previene á Herminia que su marido la espera en el coche.... La joven baja sin desconfianza.... En lugar del marido encuentra á la tía y.... ¡Arrea, cochero!... Me voy á París y desde allí á Rouxmesnil, en Normandía.... Una propiedad aislada, en la que soy inexpugnable....