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En el curso del viaje rotatorio, Gallardo, escrupuloso y descontentadizo en el arreglo de su persona, detenía su movimiento de traslación para retroceder dos o tres vueltas, rectificando el trabajo. No está bien decía con mal humor . ¡Mardita sea!... ¡Pon cuidao, Garabato! Después de muchos altos en el viaje, Gallardo llegó al final, llevando en la cintura toda la pieza de seda.

Respiraba como el fuelle de una fragua, y siempre tenía tos; pero una tos tan bronca y sofocante que, cuando le daba el acceso, se quedaba mi hombre cabeceando y todo encendido; creeríase que iba a reventar, y el ojo rotatorio se le echaba fuera, mientras el apagado se escondía en lo más hondo de la órbita.

Su cara, enfundada en copiosa barba negra y revuelta, mostraba por entre tanto áspero pelo dos ojos desiguales, el uno vivísimo, dotado de un ligero movimiento rotatorio, el otro fijo y sin brillo; más abajo, y puesta como al acaso, una nariz ciclópea; más arriba una frente lobulosa, que estaba pidiendo algunos golpes de escoplo para ser como las demás frentes humanas; ítem, una cicatriz sobre la ceja derecha, resultado, según decía, del beso de una bala...

Los hombres ostentaban también en su diestra un pañuelo de color, comunicándole un movimiento rotatorio al mismo tiempo que bailaban en torno á la mujer. Era una repetición de la danza de las épocas primitivas; la eterna historia del macho persiguiendo á la hembra. Ellas bailaban trazando pequeños círculos para huir del hombre, y éste las acosaba y envolvía girando en una órbita más amplia.

Miquis, que le apreciaba y se reía con él, fue a darle la enhorabuena, y le encontró en su taller trabajando como siempre. Bou se levantó, saludó a gritos, estrujó la mano de su amigo, y después fue acometido de una tos tan violenta, que su cara parecía un cuero de vino, y el ojo rotatorio estuvo a punto de desalojar su holgada órbita y caerse al suelo. «Ese alquitrán, hombre, ese alquitrán...

Dice este repitió el oficial, que se pirraba por delatar los disparates de su amigo que todos no son iguales y que él está ya cargado de ser pobre. No hay pobreza en la honradez, no hay honra como la del trabajo afirmó Juan Bou incorporándose y dejando ver el esplendor lumínico de su ojo rotatorio, que parecía una rueda de fuegos artificiales . ¡Pobre!¿Qué ere decir esto?

Más hubiera dicho, pero la tos, que por lo homérica, tenía cierta semejanza con la risa de los dioses, le invadió de súbito y allí fue Troya. Concluido el acceso, el ojo rotatorio derramó abundante lloro, mientras el otro, más cerrado que arca de avaro, no daba señales de existencia. «Y ahora continuó Bou, gozoso del mutismo de Mariano , si quieres que te consejos, te los daré.