United States or Syria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero ni en el rostro de la Princesa, ni en el de ninguna otra persona allí presente, noté el menor indicio de duda o extrañeza. Si el Rey hubiera estado a mi lado, habrían podido distinguirnos sin gran dificultad.

2 Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración al SE

La poesía triste de la noche, con su silencio rasgado a trechos por alaridos de dolor, inundaba su alma. Si; Alcaparrón sentiría cerca de él a su amada muerta. Algo de ella subiría hasta su rostro como un perfume, cuando arañase la tierra con el azadón y el surco nuevo enviase a su olfato la frescura del suelo removido.

8 Con [un] poco de ira escondí mi rostro de ti por [un] momento; mas con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo tu Redentor, el SE

Gatéenme el rostro, como hicieron a mi amo en este mesmo castillo; traspásenme el cuerpo con puntas de dagas buidas; atenácenme los brazos con tenazas de fuego, que yo lo llevaré en paciencia, o serviré a estos señores; pero que me toquen dueñas no lo consentiré, si me llevase el diablo.

¿De qué hijo? interrumpió el padre vicario, que aún no quería creerlo. ¿De qué hijo ha de ser? Estoy perdida, frenéticamente enamorada de D. Luis. La consternación, la sorpresa más dolorosa se pintó en el rostro del cándido y afectuoso sacerdote. Hubo un momento de pausa. Después dijo el vicario: Pero ese es un amor sin esperanza: un amor imposible. D. Luis no te querrá.

Pastores que parecían vivir la ociosidad en medio de una abundancia descuidada; la gran iglesia rodeada de un vasto cementerio, y que los aldeanos miraban vagando delante de sus puertas durante los oficios; los cortijeros de rostro rubicundo, los unos caminando lentamente por las calles; los otros entrando a la taberna del Arco Iris, habitaciones en que los hombres cenaban copiosamente y dormían de noche a la luz del hogar, y donde, las mujeres parecían acopiar una provisión de ropa para la vida futura.

Ella tendría que venir a buscarle, como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y fatigoso resplandor de los amarillentos cirios; caería de rodillas a sus pies, y le hablaría avergonzada a través de tupida y mugrienta celosía, oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el ánimo por el terror religioso.

En ese instante la niña, levantando su rostro, exclamó con pasión: ¡Ah, Gonzalo, cuán dichosa me hacéis! Y tendió de nuevo su boca insaciada. Ramiro recibió de lleno el aletazo de la demencia. Todo su ser rechinó cual la hoja ígnea que el espadero sumerge de golpe en el agua.

Nolo guardó silencio unos momentos; luego dijo: ¿Y por qué no has hablado así cuando saliste de la mina? Te he dicho que pensé haberlo muerto. Temía que me llevasen presa... Nolo, cejijunto, sombrío, se obstinó en callar. Demetria le miró largamente. ¿De modo que no me crees? ¡No! ¡No te creo, Demetria! manifestó impetuosamente el joven. El rostro de la doncella se cubrió de intensa palidez.