United States or Palau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Necesitaba moverse, caminar en la obscuridad, aspirando el fresco de la misteriosa lobreguez. En la puerta del jardín vacilaron ante los ofrecimientos de varios cocheros. Freya fué la que desechó sus ofertas. Quería volver á pie á Nápoles, siguiendo el suave descenso del camino de Possilipo, después de la larga inmovilidad en el restorán. Su rostro estaba acalorado y rojo por el abuso del vino.

Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó a ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo poner una silla a la madre del rey, la cual se sentó a su diestra. 20 Y ella dijo: Una pequeña petición pretendo de ti; no me hagas volver mi rostro. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te haré volver el rostro. 21 Y ella dijo: Dese Abisag sunamita por mujer a tu hermano Adonías.

Algo de siniestramente sobrehumano parecía traslucirse entonces en el gracioso rostro de Tiburcio, casi sin bozo, como de gentil adolescente. Acalorada la imaginación de Morsamor, creyó ver que la espada que Tiburcio llevaba en la diestra no era inerte acero, sino serpiente viva que se hundía en el pecho de los contrarios y mordía y destrozaba los corazones.

Su figura es arrogante; su rostro marchito conserva las huellas de una hermosura singular; su tez es blanca, sus labios finos, sus ojos altivos. Es D.ª Beatriz de Moscoso, de la clara estirpe de los Moscosos, próxima deuda del capitán. Había llegado la noche anterior á Entralgo sobre un caballo con jamugas y acompañada de un solo criado espolique.

Pero cuando volvió el rostro para mirar una vez más hácia su casa, la casa donde se habían evaporado sus últimos ensueños de niña y se dibujaron sus primeras ilusiones de joven; cuando la vió triste, solitaria, abandonada, con las ventanas á medio cerrar, vacías y oscuras como los ojos de un muerto; cuando oyó el debil ruido de los cañaverales y los vió balancearse al impulso del fresco viento de la mañana como diciéndole «adios», entonces su vivacidad se disipó, detúvose, sus ojos se llenaron de lágrimas y dejándose caer sentada sobre un tronco que había caido junto al camino, lloró desconsoladamente.

En verdad que su semblante truanesco le da patente de pícaro, pero no hay en su cuerpo y rostro nada común con aquellos miserables fenómenos, verdaderos casos patológicos con cuya ruindad se divertían nuestros piadosos monarcas.

Se casaron; pero la legalización de aquella inmoral alianza no la hizo más pacífica, y después de los desposorios llevó López más arañazos en su rostro y ella mayor número de cardenales en su hermoso cuerpo.

Mediana de estatura, su rostro prolongado y sus agradables facciones no ofrecían rasgos característicos.

¡Pobre viejo! En las noches de soledad para él hacía traer a su lado la cuna de su hijita y junto a ella, cubierto de franelas y algodones, materialmente embutido en el hogar de la chimenea, pasaba las horas contemplando el rostro de aquel ángel que le brindaba sus primeras sonrisas y balbuceos. ¡Cuánta semejanza entre los niños y los viejos!

El juez le interrumpió, clavando otra vez en su rostro una mirada escrutadora: Esta mujer ha dicho lo contrario: ha declarado que su patrona ha intentado otras veces matarse; que esta mañana la alejó deliberadamente y que hoy no ha hecho más que poner en práctica un propósito antiguo y firme. ¿Usted cree eso? exclamó el joven desconcertado ¿usted ha dicho eso? La mujer no contestó.