United States or Antigua and Barbuda ? Vote for the TOP Country of the Week !


El rostro del mancebo, al enderezar la marcha hacia Vegalora, parecía decir á los árboles que sombreaban el camino: «Amigos míos, esto es hecho». La romería. El conde dijo á la condesa: Si tienes gusto en ir á esa fiesta, , querida mía. Me has de permitir, sin embargo, que no te acompañe. Esos recreos campestres no despiertan en mi corazón los tiernos y bucólicos sentimientos que en el tuyo.

Cuando Aquiles vio muerto a su amigo, se echó por la tierra, se llenó de arena la cabeza y el rostro, se mesaba a grandes gritos la melena amarilla. Y cuando le trajeron a Patroclo en un ataúd, lloró Aquiles.

¡Que baile! ¡que baile! gritó la reunión. Soledad hizo signos negativos con la cabeza. Déjenla ustedes ahora: Soledad no está templada todavía manifestó Velázquez afectando desenfado. El rostro de la joven se contrajo con expresión sombría, y volviéndolo hacia Antoñico dijo en voz baja: No soy guitarra para templarme.

¡Qué poca memoria tienes! dice ella tratando de bromear. El domingo próximo es la fiesta de los tiradores. ¡Ah!... , es verdad. ¿No te alegra la idea de bailar conmigo? . ¿Mucho?... Di, ¿mucho? Mucho. Una sonrisa infantil anima su rostro pálido y abatido; sus dedos arrugan los encajes y los pedazos de tul; se deleita tocando ese tejido blanco y tenue.

Con esto y con bañar su rostro en una sonrisa con pretensiones de picarescamente bonachona, quedaba perfilado el cabo Pérez en toda su graciosa majestad.

María Teresa era bondadosa; después de haber juzgado la acción de su prima, le buscó circunstancias atenuantes. Espiritual, alegre, con un rostro de facciones regulares, Diana carecía de ese encanto femenino que poseen a veces las más feas; su talle era poco esbelto, su cabellera pobre y su tez sin frescura. La atendían de buena gana, pero si sus amigas se ponían a su lado, no la miraban más.

Unas veces iba y venía bajo el sol, espantando a su paso las mariposas; otras, pasábase horas enteras asomado al viejo pozo de carcomido brocal, cavando pensamientos y contemplando, a la vez, su propio rostro que el agua reflejaba en su espejo circular y profundo.

Andaba por un camino sinuoso, disfrutando de la frescura de la tarde, del olor de la hierba, de la hermosura de las cumbres iluminadas por el sol poniente. De pronto, en una revuelta del camino encontréme en presencia de un grupo que me llamó la atención. Un cretino de enorme papera estaba enganchado con cuerdas á una especie de carro cargado de heno. No le costaba trabajo arrastrar el pesado vehículo, y no veía ni los baches, ni los peñascos diseminados, tirando como una fuerza ciega. Pero llevaba al lado á un hermanito suyo, niño esbelto y agraciado, cuyo rostro era todo mirada y sonrisa.

Traía las mejillas sonrosadas, y ella era pálida; también parecía haber estado al lado de un fogón como Visita y Obdulia; en sus ojos había un brillo seco, destellos de alegría que se difundían en reflejos por todo el rostro. Venía con cara de sonreír a sus ideas.

La prendera quedó suspensa; vaciló un momento, pero viendo aquel rostro infantil cubierto de rubor, viendo sus ojos azules y límpidos como los de un querubín resplandecientes de gratitud, le entregó la mano sonriendo de la humildad y la inocencia de aquel niño. ¡Qué cordero de Dios! murmuró la buena mujer mientras sentía su mano mojada por las lágrimas de Godofredo.