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Se acercó lentamente á la vieja, que retrocedió espantada, y plantándose delante de ella con los brazos en jarras dijo roncamente: ¿Sabe usted, señora, por qué no tengo honra? Pues porque ese hombre que está ahí me la ha quitado. Pero usted, en vez de aconsejarle que me la vuelva, se humilla y le baila el agua para meterle en casa.

¡Pues podía sucederme más!... mi mujer, mi hija... ¡Cómo! exclamó Dorotea ; ¿vos también, pobre señor, habéis sido ultrajado... abandonado... insultado?... ¡Oh! ; , señora dijo plañideramente Montiño ; abandonado... ultrajado y robado. ¡Vengáos! exclamó roncamente Dorotea, saliendo de su inercia y continuando en su exhibición de trajes de los cofres á las sillas.

En una mañana fría y húmeda llegué por primera vez al inmenso país de los Estados Unidos. Iba el steamer despacio, y la sirena aullaba roncamente por temor de un choque. Quedaba atrás Fire Island con su erecto faro; estábamos frente a Sandy Hook, de donde nos salió al paso el barco de sanidad. El ladrante slang yanqui sonaba por todas partes, bajo el pabellón de bandas y estrellas.

¿Quién había de decirme murmuró roncamente el sargento mayor , la noche en que no quién me quitó esta muchacha recién nacida, que había de llegar un momento en que nos sirviese de mucho? Siguió Guzmán contemplando por algún tiempo y de una manera profunda á la joven, y al cabo dijo: Bien empleado os está lo que sufrís; ¿quién os manda fiaros del primero que llega?

Así gritando roncamente me amenazaba esgrimiendo sus garras. Tres veces se encontraron nuestros ojos, y tres veces nos medimos con gesto amenazador; y de los dos ¿quién se arredró? El águila fué, que huyó aterrada.

Volvióse el señor de los Pazos, y se quedó inmóvil, con la escopeta empuñada por el cañón, jadeante, lívido de ira, los labios y las manos agitadas por temblor horrible; y en vez de disculpar su frenesí o de acudir a la víctima, balbució roncamente: ¡Perra..., perra..., condenada..., a ver si nos das pronto de cenar, o te deshago! ¡A levantarse... o te levanto con la escopeta!

Este se levantó, dió tres pasos vacilantes, y luego se dejó caer sobre un sillón, y se cubrió el rostro con las manos. Vamos dijo Quevedo , nos hemos salvado; veamos ahora si podemos salvar á esta infeliz. ¡Muerta! dijo el padre Aliaga roncamente. Y se arrodilló junto al cadáver y oró.

Me acuerdo del abrazo de Vergara, y ¡porra!... No te apures, compadre, que ya nos la pagarán. ¡Ay, ay, ay! mutilá Chapelen gorriá. Y se puso a cantar roncamente el himno carlista; pero interrumpiéndose de pronto: ¡Eh, tío Diego, a cantar! Dejémonos ahora de lágrimas... En efecto, su amigo lloraba en aquel momento lágrimas como avellanas, recordando la traición de Vergara.

Su corazón se embrolló más y más, los grandes ojos negros del padre Aliaga le devoraban; no era ya la mirada indiferente y tranquila de antes la suya; había en ella inquietud, ansiedad, cólera... un mundo entero de pasiones. ¡Habéis dicho exclamó roncamente que la reina ama á ese caballero! ; , señor, y creo... creo tener pruebas... en fin... yo... averiguaré...

Sentose, o por mejor decir dejose caer sobre una silla, pidió un vaso de agua con azahar al mozo y, respirando trabajosamente, profirió roncamente: ¡Si supieran ustedes lo que me acaba de pasar! Eso es lo que todos querían: saber lo que le pasaba.