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No pudo conseguirlo; pero adivinó que su bote se deslizaba sobre una extensión acuática que sólo tenía algunos metros de profundidad. Media hora después, al volver á hundir el remo, creyó tocar una roca; pero siguió avanzando mucho tiempo, sin que la quilla del bote rozase ningún obstáculo.

Veía de lejos una rompiente y alrededor remolinos, y mientras avanzaba, unas manchas blancas indicaban al parecer una roca. La roca sobrenadaba, venerable de antigüedad, ostentando una capa gris de corónulas, de conchas y madréporas. Pero la masa se mueve. Dos enormes chorros de agua, que parten de su frente, revelan á la ballena desperezada.

Esta se encuentra no lejos del fuerte; antes del establecimiento de la Isabela sólo se conocía la del río Gumalaran, en cuya barra se encuentra casi siempre un metro de agua á bajamar, teniendo cuidado con dos cabezos de roca que no descubren. El agua se hace en pequeñas cascadas á media milla hacia dentro.

Por el cambio de lugar del carbono, del azufre y del fósforo, conviértese la cal en marga, dolomita y en espejuelo cristalino; á consecuencia de esas combinaciones la roca se hincha ó se encoge, y lentas revoluciones se verifican en el seno de la montaña.

Sabido es, que entre la mayor parte de los pueblos del Oriente hay la creencia de que la muerte es solo un viaje, para el que se hacen distintas provisiones; esta creencia nos hizo adquirir antiguos fragmentos de distintas ollas y platos rotos, sin duda alguna por los desprendimientos de la roca.

Nace así infinita variedad de formas que acrecienta aún el contraste ofrecido en el exterior de la roca por la nieve, el césped, el bosque y el cultivo. A lo pintoresco de la línea y los planos se añaden los continuos cambios de decoración de la superficie. Y sin embargo, poco numerosos son los elementos que constituyen la montaña y por su mezcla le dan tan prodigiosa variedad de presentación.

A veces también, encerrado bajo la masa del agua, arrastra torrentes espumosos que se ven entre ella escurrirse á lo largo de la roca como blancos espectros; bastante lejos, delante de la caída, continúa el torbellino del arroyo.

El joven corrió á la cuerda y se deslizó por ella con gran presteza; las piedras lanzadas por las hondas enemigas se estrellaban contra la roca, una le rozó los cabellos y por fin otra le alcanzó en un costado, ocasionándole vivísimo dolor.

El padre y los dos hijos llegaron a la base de una roca, que tendría quince o veinte pies de altura, a la que subió el anciano Materne, pues nada mejor podía hacer, puesto que no llevaba armas; luego, después de cruzar algunas palabras en voz baja, Kasper examinó la espoleta de su carabina y apuntó muy despacio, mientras su hermano se hallaba preparado para imitarle.

Entonces el maestro volviose hacia Melisa con un movimiento instintivo de protección, pero la niña había desaparecido entre las sombras. Impulsado por un extraño terror, corrió rápidamente camino abajo hacia el lecho del río, y saltando de roca en roca, alcanzó la aldea.