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Así lograremos que sea mayor nuestra intimidad. Parecerá usted un paje antiguo prosternado ante su dama. No podía ocultar Robledo el asombro que le causaban estas palabras, pero acabó por colocarse tal como ella quería, aunque el asiento le resultase molesto, á causa de su corpulencia.

Robledo pareció irritarse por su silencio. Piensa en los documentos que firmaste para servir á Fontenoy, declarando excelentes unos negocios que no habías estudiado. No pienso en otra cosa contestó Federico , y por eso considero necesaria mi muerte. Ya no contuvo su indignación el español al oir las últimas palabras, y abandonando su asiento, empezó á hablar con voz fuerte.

Otra preocupación de Robledo en aquel momento era impedir que se escapase don Carlos Rojas. Le había obligado á venir con él hasta su casa, aconsejándole prudencia. Porque usted llegue allá media hora antes no va á evitar lo que haya ocurrido. En cambio, si va solo puede verse á merced de esos bandoleros. Un poco de paciencia y saldremos todos juntos.

¡Si yo que no lo puede sufrir! dijo el italiano . Me consta... Pero como es el jefe de los trabajos y ayuda en ciertas ocasiones á Robledo y á su marido, no se atreve á decir lo que piensa de él. Luego su alegría se nubló, según le fué contando el oficinista el encuentro con Manos Duras y la confianza del gaucho al hablar á la señora marquesa. Esto último fué lo que indignó más al contratista.

Dicen que ha habido un bochinche en la estancia de don Carlos Rojas. El comisario y muchos hombres se fueron para allá. A Sebastiana, según continuó diciendo la chinita, la habían visto algunos en las afueras del pueblo, á caballo y acompañada por el doméstico del señor Robledo. Habrá ido á ver si le ocurrió algo á su antigua patroncita.

Ya no quiso separarse de la dueña de la casa, iniciando una conversación aparte, que pareció indignar á Pirovani. Al fin éste se levantó de su silla, necesitando protestar de tan descomedido acaparamiento, y dijo á Robledo: ¡Ha visto usted cómo viene vestido ese muerto de hambre!... No habían terminado aún las sorpresas de aquella noche: faltaba la más extraordinaria.

Entonces Robledo lloró. Cuatro años de trabajo, ¡y el agua lo disuelve todo, como si fuese azúcar!... Cuatro años de labor perdida... ¡y habrá que empezar otra vez! Su compatriota el dueño del boliche se consideraba tan arruinado como él. En su establecimiento, el cajón del mostrador estaba vacío. Además podía decir adiós á la esperanza de convertir sus arenosos campos en ricas «chacras» de riego.

La encontré muchas veces en tertulias aristocráticas y en castillos adonde habíamos sido invitados. Al fin nos casamos, y hemos llevado desde entonces una existencia muy elegante, pero muy cara. Calló un momento, como si quisiera apreciar el efecto que causaba en Robledo este resumen de su vida. Pero el español permaneció silencioso, queriendo saber más.

Robledo, que le había escuchado sin dar muestras de impaciencia, dijo con voz grave: Yo tengo una solución mejor que la tuya, pues te permitirá vivir... Vente conmigo. Y lentamente, con una frialdad metódica, como si estuviera exponiendo un negocio ó un proyecto de ingeniería, le explicó su plan.

Robledo acogía tales lamentaciones con una conmiseración irónica que acababa por irritar á su amigo. Como no conoces lo que es el amor dijo Torrebianca una tarde , puedes prescindir de la mujer y permitirte esa serenidad burlona.