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En las luchas de la corte, en lia inquietud de la cabaña, ha sabido defenderla con su pecho y con su ley, ha sabido defenderla vuestro rey, por la unión de sus hermanos y la gloria de su España. ¿La Vida?........ Es un drama, de más o menos actos, que puede ser comedia, aunque asi siéndolo no han de faltarle lágrimas; o puede ser tragedia, aunque asi siéndolo no han de faltarle risas.

Caminaban gravemente, como dos caricaturas de la riqueza y el clero, sin prestar atención a las risas de los curiosos, y se metieron en la taberna del Manco para hablar de sus asuntos entre dos «tintas». Isidro y Feliciana sentían impaciencia por verse en su casita. Dudaron un instante ante la puerta de un café, no sabiendo si almorzar en él.

Risas. «¡Qué feliz soy, pero qué feliz soy hoy, Dios mío! exclamó la joven, con semblante y ojos iluminados . No me cambiaría por todos los ángeles y serafines que están brincando delante de su Divina Majestad en el Cielo; no me cambiaría, no me cambiaría». Ni yo... hace tiempo que yo necesitaba una alegría. Estaba triste, y decía: «A me falta algo; ¿pero qué es lo que me falta a ?».

Oyó risas, cuchicheos, jarana alegre, impropia del lugar y la ocasión. Se volvió y se incorporó confuso. Tenía delante una pareja hechicera, iluminada por el sol que ya ascendía aproximándose a la mitad del cielo.

Corazón, emoción, ala leve y sutil, tenlos siempre, oh varón, y siempre, oh mujer, y ambos siempre tendréis, con las rosas de Abril, entre risas de sol, un rincón de pensil en que a solas oir el volar de un querer.

Discurría la gente por las aceras en animado movimiento; brillaban los cristales de los escaparates y los de los balcones; cruzaban los carruajes hacia el paseo estremeciendo el pavimento, y despidiendo de sus ruedas vivos y gratos reflejos; un piano mecánico alzaba sus sones en medio de la calle tocando el brindis de Lucrecia; una vendedora de violetas cruzaba con el cestillo en la mano, dejando tras si el ambiente perfumado; escuchábanse las risas de los niños que jugaban en el balcón de un entresuelo; veíase la linda cabecita rubia de una joven que desde otro balcón mucho más alto exploraba la calle, evitando los rayos del sol con la pantalla de su mano nacarada... Todo era grato y placentero; todo palpitaba, todo cantaba, todo resplandecía.

Ni hubo vara de mimbre, ni ella entró más en costura que cuando estaba soltera; pero en cambio, Pepe Güeto se reía como un loco, sobre todo con los chistes de su mujer, que le hacían mucha gracia, y con sus risas que tenían para él mucho de agradablemente contagioso. Para doña Luz pasaron entre tanto los meses, sin otra novedad que el cambio alternado y regular de las estaciones.

Regresamos a la casa y allí se habló de cosas muy distintas. Mi amo, que siempre era complaciente con su mujer, lo fue aquel día más que nunca. No decía Doña Francisca cosa alguna, aunque fuera insignificante, sin que él lo celebrara con risas inoportunas.

Más de la mitad de él, por la parte superior, estaba rodeado de un espeso bosque de robles. Los de Fresnedo se ocultaron allí sin ser vistos de la gente de la romería. Hallábase ésta en todo su esplendor. Hervía el campo con rumor gozoso de cantos y risas y pláticas ruidosas.

En un cuarto, al rededor de una mesa velador cuatro juegan al revesino entre risas y bromas con gran impaciencia de uno que hace de estudiar la leccion pero que en realidad espera que le llegue el el turno para jugar á su vez. Otro viene con grandes aspavientos, muy escandalizado y se acerca á la mesa.