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Movido por el grotesco horror de este cuadro, el ministro, olvidándose de su inquietud y alarma infinitas, prorrumpió en una carcajada, que fué respondida inmediatamente por una risa ligera, aérea, infantil, en la que con un estremecimiento del corazón que no sabía si era de intenso dolor, ó de placer extremo, reconoció el acento de la pequeña Perla.

¿No quieres ir a acostarte, Juan? pregunta ella con gran seriedad. Pero su voz hace traición todavía a una leve risa que trata de reprimir. ¡Buenas noches, hermano! Espera, que subo contigo. Juan tiende la mano a su cuñada, que vuelve la cabeza para disimular su sonrisa. Martín le coge la lámpara y sube la escalera precediendo a su hermano.

No respondió el torero , porque me ahogaría la risa. Ya no estoy celoso, Mariquita. Tantos celos tengo como el sultán en su serrallo. ¡Pobre mujer! ¿Qué sería de ti, con un marido que te enamora con recetas y un cortejo que te obsequia con coplas, si no tuvieras quien supiera camelarte con zandunga?

A todos los jóvenes les gusta hacer una salida de noche, de cuando en cuando dijo. ¿Por qué no ha de gustarle también al Rey? La risa de Sarto pareció confirmar aquella interpretación de mi breve ausencia. Mi sistema dijo cuando hubimos entrado es no confiar en nadie más allá de donde sea absolutamente necesario confiar.

Comenzó a reír el viejo, echando atrás la silla para que su vientre estremecido por la ruidosa carcajada, no chocase con el borde de la mesa. ¿También la has visto? dijo entre los estertores de su risa. Pues señor, ¡que ciudad esta! Llegó anteayer, y todos la han visto ya, y no hablan de otra cosa. eres el único que faltaba a preguntarme... ¡Jo! ¡jo! ¡jo! ¡Pero qué ciudad esta!

No bien hube terminado mi frase, el cura enjugando su rostro, sobre el que gruesas gotas de sudor corrían, echose hacia atrás en su sillón y con ambas manos sobre el vientre, se entregó a una homérica risa, que duró tanto, que me hizo saltar lágrimas de contrariedad y de despecho.

Quien ha visto muchacho diligente Que en goloso á si mesmo sobrepuja Que no hay comparacion mas conveniente, Picar en el sombrero la granuja, Que el hallazgo le puso alli ó la sisa, Con punta alfileresca, ó ya de aguja: Pues no con menor gana, ó menor prisa Poetas ensartaba el Nume airado Con gesto infame, y con dudosa risa.

¡Aguanta, Simón! dijeron los arqueos en coro, con gran risa. Dejadla en paz, camaradas, dijo Tristán, que ha sido siempre buena madre y lo que la desespera es que yo he hecho mi santa voluntad toda la vida, en lugar de trabajar como un forzado con los leñadores de Horla. Ya es hora de decirnos adiós, madre, continuó, levantando á la endeble mujer como una pluma y besándola cariñosamente.

Hombre, es divino ¡es divino! masculló el mozalbete entre dientes, riéndose más bien con los ojos que con la boca . ¡Lance igual! Estará chistoso Miranda; estará chistoso. Artegui le miraba fijamente, sorprendiendo en sus pupilas la risa indiscreta. Con solemne seriedad, le interrogó: ¿Es usted amigo de Don Aurelio Miranda?

Margarita rompió a reír, conteniéndose a duras penas, y la condesa, no obstante su preocupación, viose forzada también a soltar la risa, añadiendo a media voz: Con tal que no nos mande a la kermesse este utensilio...