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Mientras tanto, disponíase en la antecámara la aristocrática ceremonia, instituida en rigor de verdad por el emperador Carlos V, cuando limitó el privilegio de cubrirse ante el rey, común antes a todos los títulos, a doce Grandes de España, que se llamaron desde entonces Grandes de primera clase, y fueron los duques de Medinasidonia, Alburquerque, Infantado, Alba, Frías, Medina de Rioseco, Escalona, Benavente, Nájera, Arcos, Medinaceli y el marqués de Astorga.

El Cojuelo le respondió: Este es el almirante de Castilla don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, duque de Medina de Ríoseco y conde de Módica, terror de Francia en Fuenterrabía. ¡Ay, señor! dijo la Rufina . ¿Aquél nos echó los franceses de España? Dios le guarde muchos años. El y el gran Marqués de los Vélez respondió el Cojuelo fueron los Pelayos segundos, sin segundos, de su patria Castilla.

Tiene treinta mil habitantes, canal navegable hasta Rioseco y Alar, y muy adelantadas las obras de su via férrea. Búrgos, ciudad de recuerdos y monumentos, merece tambien la visita del viajero.

Que vivieron en el Cuzco cuatro almirantes, lo comprueba el árbol genealógico que en 1861 presentó ante el Soberano Congreso del Perú el señor don Sixto Laza, para que se le declarase legítimo y único representante del Inca Huáscar, con derecho a una parte de las huaneras, al ducado de Medina de Ríoseco, al marquesado de Oropesa y varias otras gollerías. ¡Carillo iba a costarnos el gusto de tener príncipe en casa!

Había estado en los gaos más famosos por sus aglomeraciones de gentes de la raza; había corrido Andalucía, conocía Murcia, y hablaba de sus viajes a Valladolid y Rioseco. Nadie dudaba de su ciencia. Rara vez decía fartan las flores blancas. Las probesitas gitanas son jembras decentes. Ya quisieran muchas de las payas que van por las calles del Gao de los Foros asemejarse a nosotras.

El día 15 ganaba Bessières en los campos de Ríoseco una sangrienta batalla, y al tener de ella noticia Napoleón, decía lleno de gozo: «La batalla de Ríoseco pone a mi hermano en el trono de España, como la de Villaviciosa puso a Felipe V.» Napoleón partió para París el 21, creyendo que lo de España no ofrecía cuidado alguno.