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Desde uno de los rincones se veía un trozo de paisaje bastante singular. La luna iluminaba de lleno la crestería de la colina más próxima, la que separaba a Villalegre de Riosa y la hacía aparecer como las ruinas de un castillo. Clementina quiso cerciorarse de la verdad. Salieron por una de las puertas de atrás, despejadas de gente, y se aproximaron lentamente a la colina.

La duquesa de Requena había mejorado bastante en unos baños de Alemania, adonde su marido la había llevado. Desde que tenía hecho testamento a favor de su hijastra, éste la prodigaba extremados cuidados, sabiendo cuánto le importaba su vida. Los negocios del célebre especulador marchaban también prósperamente. La mina de Riosa se había comprado como él pretendía, al contado.

El pueblo de Riosa quiere dar una prueba de respeto y gratitud a su decidido protector, al que en circunstancias críticas no ha vacilado en exponer un enorme capital comprando este desacreditado establecimiento y salvándolo de la ruina. ¡Qué hermoso es hacer bien! exclamó Lola Madariaga con voz conmovida, posando en Salabert con admiración sus dulcísimos ojos.

Si él no la arregla, no hay que esperar salvación para nosotros.... Pues si acierto a salvarla como he acertado en el negocio de Riosa, aviados quedan los españoles profirió estoposamente el duque con acento de mal humor. ¿Pero ha salido tan malo el negocio? ¡F....! para el Gobierno, no; pero para , que he tomado a la par las acciones, me parece que no ha sido bueno.

El único medio para mejorar la condición del minero es disminuir las horas de trabajo y elevar el jornal.... Pero entonces añadió bajando un poco la voz y sonriendo frente a Clementina , la mina de Riosa no sería un negocio para su señor padre. A Clementina le hirió aquella sonrisa como una bofetada. Ni para usted tampoco repuso procurando sonreír . ¿No es usted el médico de las minas?

Esto, realizado en la época misma del pago del empréstito de cien millones de pesetas que el Gobierno había hecho hacía diez años a una casa extranjera, le empujaría a pensar en la venta de la mina de Riosa. Si por otra parte se ayudaba a la empresa sacrificando algunos millones, subvencionando periódicos y personajes, podía darse por seguro el éxito.

En la sala de juego, adonde se fué después de haber despedido a los soberanos, le tenían materialmente bloqueado una porción de especuladores de segunda y tercera fila. ¿Cómo van las acciones de Riosa, duque? se atrevió a preguntarle uno. No me hable usted de eso gruñó el prócer poniendo los ojos torvos.

No lejos, diseminados a uno y otro lado, hay unos cuantos pabelloncitos con su jardín enverjado. Moran allí algunos empleados de la administración y algunos facultativos, aunque los más de éstos tienen su domicilio en Riosa. Villalegre no tiene estación. El tren se detuvo cerca de la carretera que va a la capital de la provincia.

#Viaje a Riosa.# El duque de Requena había dado la última sacudida al árbol. La naranja cayó en sus manos dorada y apetitosa. En un momento dado sus agentes de París, Londres y Madrid adquirieron más de la mitad de las acciones de Riosa. La gerencia vino pues a sus manos, o, lo que es igual, la mina.

Entonces el duque se apoderó de Pepa Frías, mostrándose con ella tan galante y expresivo, como si fuese a hacerle una declaración de amor. El general, observándolo, dijo a Pinedo: Mire usted al duque, qué animado se ha puesto. De fijo le está haciendo el amor a Pepa. No respondió gravemente el empleado . A lo que está haciendo el amor ahora es al negocio de las minas de Riosa.