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Un sudor me iba y otro me venía. Presentose al fin el clérigo con sotana y gorro de terciopelo negro y se plantó delante de diciendo: Usted me dirá. Era un hombre corpulento, barrigudo, de ancha nariz arremolachada y ojos pequeños de cerdo, negros y recelosos. No tenía acento andaluz; después supe que era riojano.

No hay, pues, título de propiedad que valga, si falta la fe de bautismo, el fiat del tabernero más próximo, LA ROBLA , para decirlo de una vez. El origen de esta ceremonia no consta en las crónicas montañesas, porque se pierde en la antigüedad de la afición de los montañeses al acre mosto riojano .

Aquella misma tarde recibiose aviso de que don Santos Ladrón, el atrevido guerrillero riojano, venía sobre Estella con quinientos voluntarios, al grito de España por Carlos V. Púsose en movimiento la escasa guarnición de la plaza, y Dios sabe lo que hubiera ocurrido si no llegara oportunamente el brigadier Lorenzo, mandado por el Virrey Solá con el regimiento de Córdoba y los provinciales de Sigüenza.

Para estos apuros y otros semejantes, hay aquí un contingente regularcito de costureras con humos de modistas, que se despistojan con el afán de conseguir que sus exigentes parroquianas no encarguen sus vestidos a la capital, que dista catorce leguas. Y lo mismo se desvela y por idéntica causa, el sastre riojano; porque los hombres elegantes de aquí son punto menos que las hembras distinguidas.

Efectivamente: Facundo, aunque gaucho, no tiene apego a un lugar determinado; es riojano, pero se ha educado en San Juan, ha vivido en Mendoza, ha estado en Buenos Aires.

No suenan en mi oido las dulces vidalitas Que en medio de la noche modula el tucumano, Ni los sentidos Tristes que repite el riojano, Ni el alegre cielito que el porteño hace oir; Cantares de mi patria, al abrir yo mis ojos Susurrabais suaves á la par de mi cuna, Y vuestro éco inefable en las noches de luna Es música del alma que el alma sabe oir.

Continuó en diapasón agudo: Amados y respetables señores míos: No si les habré chocado, a causa de mi franqueza, o si les habré aburrido con tan larga plática. A fuer de riojano, hablo en plata; y como fraile, debo hablar en tono grave, a pesar de mi voz de tiple.

»La tienda verdaderamente nueva para usted en los Arcos, es la de un sastre riojano que vino a Villavieja hará cosa de seis años.

¡ señor, un grandísimo bellaco! repitió don Pedro, poniéndose tan encendido que las arrugas de su rostro semejaban los pliegues y abolladuras de un pimiento riojano . Y aquí está D. Pedro del Congosto, para sostener lo que ha dicho, aquí y fuera de aquí en la forma y manera que usted lo crea conveniente. ¡Oh, Sr. D. Pedro! exclamó lord Gray con júbilo . ¡Qué gran placer me proporciona usted!