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973 Siempre hablan de lo que cuesta; que allá se gasta un platal: ¡pues yo no he visto ni un rial en lo que duró la fiesta! 974 Es servicio estrordinario bajo el jusil y la vara, sin que sepamos qué cara le ha dao Dios al comisario. 975 Pues si va a hacer la revista se vuelve como una bala: es lo mesmo que luz mala para perderse de vista.

Bebió ésta, bebieron sus hijos; y como al llegar á la mitad del corro faltase líquido, la escanciadora se retiró al centro de la sala, y exclamó en el tonillo de rigor: Á rial, para los dolientes. ¡Para un rayo que te parta! gritó la mujer que antes había reñido con ella. ¿Adonde se han dío dos azumbres de aguardiente que debía haber en la jarra?

71 Yo primero sembré trigo y después hice un corral, corté adobe pa un tapial, hice un quincho, corté paja... ¡la pucha que se trabaja sin que le larguen un rial!. 72 Y es lo pior de aquel enriedo que si uno anda hinchando el lomo se le apean como un plomo... ¡quién aguanta aquel infierno! si eso es servir al gobierno, a no me gusta el cómo.

Me raí y le dije: yo... no he recebido ni un rial. 126 Se le pusieron los ojos que se le querían salir, y ahi no más volvió a decir comiéndome con la vista: ¿y qué querés recibir si no has dentrao en la lista? 127 Esto que es amolar, dije yo pa mis adentros; van dos años que me encuentro y hasta aura he visto ni un grullo; dentro en todos los barullos pero en las listas no dentro.

Á rial, para los dolientes volvió á exclamar la voz de la presidenta, con la mayor tranquilidad. Algunas piezas de á dos cuartos cayeron sobre la mantilla. Á rial para los dolientes añadió aún la mujer. Pero esta petición no produjo ya resultado alguno. ¿Cuántos semos? preguntó entonces aquélla.

D. Francisco Antonio de Letamendi, de este comercio y vecindario; el Sr. D. José Moll, Alcalde de hermandad de la banda del sud en esta capital; el Sr. D. Sebastian de Torres, vecino y de este comercio; el Sr. D. José Maria Calderon, Vista de la Real Aduana; el Sr. D. José Riera, vecino y del comercio; el Sr. D. Raimundo Rial, Alcalde del barrio número 19, cuartel quinto; el Sr.

Yo he sacao ya un rial: mira. Pero hay en aquella tienda un mardito pañero que es muy caritativo. Ayer le ije que tenía una hija enferma en cama, y me dió una peseta. Si quiés que le saquemos más, ven conmigo esta noche, chica, y verás. Entramos: te haces que te vas cayendo, y te pones un pañuelo atao á la cara, y empiezas ó dar unos chillíos que partan el corazón. Oye, así: ¡ay! ¡ay! ¡ay!

En seguida, la mujer se quitó la mantilla, la tendió en el suelo, se retiró un paso, y con la misma voz con que acababa de pedir una oración para el finado, Para los dolientes, á cuatro cuartos dijo, mirando á todos. Eso es poco contestó un hombre. Somos muchos añadió otro. Á rial volvió á decir la mujer. Curriente replicó el coro.