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Lo que más me complace continuó Pinilla es que cae también el joven Bozmediano, que también se ha metido á político, educado por su padre. ¡Bozmediano! ; es un hombre tan odioso para mi, que me parece que si no le veo ensartado me muero de un berrinche. ¿Y qué le ha hecho á usted? Ahí tuvimos una pendencia en Lorencini. Reñimos. Fué por un discurso mío; es cuento largo.

Apretó los labios, le brillaron los ojos, y dijo con enfurruñamiento: No; no serás ministro; no quiero que lo seas, no me da la gana, ¿lo entiendes, Isidro?... Dime que no lo aceptarás aunque te lo ofrezcan; dimelo, o reñimos... El mundo está lleno de tentaciones, y ¡no digo nada si acudirían las señoronas al ver a este feo, que habla como los propios ángeles y tiene tanto talento, vestido de general, con una casaca de esas que tienen la pechera bordada de ojos!... ¡lo mismo que las moscas a la miel! ¡Ojo, señorito!

Un día reñimos por un pollo y nos dimos de bofetadas y yo. Otro día nos hicimos sangre a fuerza de darnos porrazos y quedamos como dos Ecce-homos.... Después....

Reñimos en entrando al huésped: "¿Es posible que no he de ser yo poderoso para que barra esa moza? Perdone vuestra merced, que han comido aquí unos amigos, y estos criados...." etc. Quien no nos conoce, cree que es así, y pasa por convite. Pues ¿qué diré del modo de comer en casas ajenas?

El puso su pesada mano en mi cara, y la imprimió con tal fuerza, que desde entonces la siento siempre aquí ... aquí ... quemándome como un hierro candente. Reñimos: él es mucho más fuerte que yo, y me venció. Después nos desafiamos, y me hirió; he vuelto á tener otro altercado con él, y me volvió á ... En fin, le odio de muerte. Uno de los dos tiene que destruir al otro: no hay remedio.

Reñimos en entrando el huésped: «¿Es posible que no he de ser yo poderoso para que barra esa moza? Perdone V. Md., que han comido aquí unos amigos, y estos criados...», etc. Quien no nos conoce cree que es así y pasa por convite. Pues ¿qué diré del modo de comer en casas ajenas?

Por fin pudo desasirse: y arreglándose el mantón, atusándose el pelo alborotado por los viriles apretones, fijó sus ojos en el novio, con una mirada en la que había reproche y agradecimiento. En seguidita me coges otra vez... ¡Y cómo se ha divertido el niño con esa tontuna de los colores! Vámonos o reñimos.

Bastante reñimos ya en el siglo XVI, para que volvamos a las andadas. La cosa no nos divertiría ahora, porque ya no tiene novedad. ¿No es cierto? Suspiró doña Brianda dignamente, por única respuesta. Y todos bebieron después; todos menos uno, el anfitrión, pues no le alcanzaron las copas, habiendo él roto dos, de puro nervioso, al tomarlas para que sirviera el vizconde...