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Hemos salido a las ocho y cuarenta y son ahora las ocho y cincuenta. En diez minutos se ha hablado mucho. Ha rezado usted tanto tiempo a San José, como decía ahora mismo la señora de Robertier, que todo el mundo ha deducido que desea usted casar a su nieta. De modo respondió con complacencia la abuela, que no se puede rezar a San José por otros motivos...

Un hombre literato, un compañero de infancia y de juventud de Quiroga que me ha suministrado muchos de los hechos que dejo referidos, me incluye en su manuscrito, hablando de los primeros años de Quiroga, estos datos curiosos: «que no era ladrón antes de figurar como hombre público; que nunca robó, aun en sus mayores necesidades; que no sólo gustaba de pelear, sino que pagaba por hacerlo y por insultar al más pintado; que tenía mucha aversión a los hombres decentes; que no solía tomar licor nunca; que de joven era muy reservado, y no sólo quería infundir miedo, sino aterrar, para lo que hacía entender a hombres de su confianza que tenía agoreros o era adivino; que con los que tenía relación los trataba como esclavos; que jamás se ha confesado, rezado ni oído misa; que cuando estuvo de general lo vió una vez en misa; que él mismo le decía que no creía en nada». El candor con que estas palabras están escritas revela su verdad.

Lejos de Pepita, me voy serenando, y creyendo que tal vez ha sido una prueba este comienzo de amores. En todas estas noches he rezado, he velado, me he mortificado mucho. La persistencia de mis plegarias, la honda contrición de mi pecho han hallado gracia delante del Señor, quien ha mostrado su gran misericordia.

Yo puse cuidado en todo y eché la primera loa en el lugar. Era de una nave, de lo que son todas, que venía destrozada y sin provisión; decía lo de «este es el puerto», llamaba a la gente «senado», pedía perdón de las faltas y silencio, y entréme. Hubo un víctor de rezado, y al fin parecí bien en el teatro.

Luego que los muchachos entran en la edad de 4 para 5 años, ya los toma a su cargo la comunidad, la que tiene nombrados dos o más indios con nombre de alcaldes y secretarios de los muchachos; éstos tienen la matrícula de todos ellos, y cuidan de recogerlos todos los días por la mañana temprano, tal vez al alba, los llevan a la puerta de la iglesia a rezar, allí los tienen hasta que se dice la misa, y después los distribuyen a los trabajos u ocupaciones que les están señaladas, y dejando en el pueblo los aprendices de música y de primeras letras, los de los tejedores y demás oficios, conducen los restantes a carpir, o al trabajo que les tienen señalado; a las 2 o a las 3 de la tarde los vuelven a traer y los tienen juntos, hasta que, habiendo rezado el rosario en la iglesia, les permiten que se vuelvan a sus casas.

Alzó el jesuita la cabeza y fijó en la niña sus ojos levemente bizcos, como son los de las personas hechas a concentrar y sujetar la mirada. Y con la vaga sonrisa distraída de las gentes meditabundas, y en el propio tono confidencial: Vete en paz, y Dios Nuestro Señor te acompañe, que es buen acompañante contestó . Ya he rezado por ti el itinerario, para que volvamos tan sanos y satisfechos.... Acuérdate de lo que te avisé, chiquilla; ahora ya somos, como quien dice, una señora casada y de respeto; y aunque nos parece que todo se va a volver florecicas y mieles en el nuevo estado, y nos largamos por esos mundos a echar canas al aire y divertirnos.... ¡cuidadito, cuidadito!, puede que donde menos se piense salte la liebre, y tengamos rabietas, y pruebecitas y trabajos que no tuvimos de niños.... No ser tonta entonces.... ¿eh? Ya sabemos que Aquel que anda por allá arriba moviendo aquellas estrellas tan preciosas, es el único que nos entiende y nos consuela cuando a

Me voy; no he rezado el oficio, y es la horita del chocolate. ¿Ustedes gustan? El exclaustrado se iba; Sarmiento se componía la chistera y tomaba el portante, y Venegas se marchaba diciendo pestes de frailes y retrógrados.

Dos grandes lágrimas se desprendieron de sus ojos, mientras murmuraba tímidamente: ¡He rezado tanto!... ¡He llorado tanto!... ¡Es verdad!... ¡Pero ha mentido tanto!... ¡Ha rodado tanto!... Dios puede hacer un milagro... Y el hombre puede hacerlo inútil. Yo espero que no... Yo temo que . ¿Pero a ti quién te lo dice?... ¿Y a ti quién te lo asegura?

Y viendo al zagalillo rezar tan de corazón, se fue a él y le dijo: «¿Me das lo que has rezado?» «Tómalo», dijo el muchacho; y el alma se lo presentó a Dios y entró en la gloria de sopetón. ¡Mira si sirve el rezo para con Dios!

Esta mañana me decía: «Siempre que ni ni mis hijos me falten de este mundo, lo demás poco me importa; mis bienes y mi felicidad están en vuestros corazonesDespués ha rezado conmigo mientras la tempestad bramaba furiosa y rompía las ramas de los árboles. Los pobres aldeanos lloraban en el patio al ver la catástrofe. He leído esta noche Un viaje a los Pirineos, por M. Dusaux.